sábado, 28 de noviembre de 2020

EDGARD, EL COLECCIONISTA- TRAS LOS MUROS

EDGARD, EL COLECCIONISTA TRAS LOS MUROS La casa contigua a la funeraria estuvo desocupada durante años, luego de un muy largo litigio sucesorio. Finalmente fue adquirida por un hombre de fuera del pueblo a un muy buen precio. Don Leandro, un comerciante retirado, se presentó como nuevo vecino, ofreciéndome una cartera de inversiones en la bolsa, de lo cual desistí, pero quedé a su servicio, para guiarlo en lo que necesitara conocer de nuestra comunidad, elegida por él para descansar. No pasó una semana de instalado en su nuevo hogar, que me tocó encontrarlo en el banco local, saliendo ambos. No parecía el hombre que siete días atrás tomaba posesión de su bella vivienda. Ojeras violáceas subrayaban unos ojos enrojecidos, y hasta el escaso cabello parecía haber encanecido de golpe. -¿Se encuentra bien, Leandro? -No sé qué decirle, Edgard. Es algo confuso… -Venga conmigo hasta mi casa. Tomamos un café y me comenta. Llegados ya, Tristán nos recibió, asombrado del mal semblante de mi invitado. -Cuénteme, por favor. -Es algo raro lo que le voy a decir. -No se preocupe. No tenga pena. -Desde la primera noche que pasé en la casa, me despertaron unos gemidos. En principio pensé que podía ser algún gato en el tejado, y no le presté mayor atención. ´´Con los días, esos sonidos se intensificaron, y empezaron a ser acompañados de golpes en los muros. ¿Escuchó algo usted, desde su casa? -No, para nada. Pero tenga en cuenta que no tenemos paredes colindantes: nuestros jardines separan las viviendas, con su cerca. Deberían ser ruidos sumamente estridentes para oírlos desde aquí. -Lo supuse. El tema es que ya me estoy arrepintiendo de haberme mudado allí. Porque no solo es eso, Edgard. Cuando me he levantado a investigar, sentí unos dedos helados en mi nuca. Y el aire parecía haberse congelado… ´´Imagínese que me di vuelta con un susto de muerte, por ese contacto, y alcancé a ver una especie de figura horrorosa: una momia pálida como la muerte misma, con la boca abierta en una espantosa mueca. Solo permaneció unos segundos, pero casi me lleva al otro mundo. ´´Para más disgustos, cuando fui a la cocina a reponerme con un vaso de agua, comenzaron a sonar golpes en las paredes. ´´Con el corazón en la mano, seguí los ruidos, que me guiaron hacia el muro central dela sala. Allí me esperaba otra amarga sorpresa: la pared frontal, al lado de la chimenea, mostraba un horrible moho, cosa impensable, habiendo sido restaurada y pintada la vivienda antes de instalarme. -Hagamos una cosa, Leandro: si a usted no le molesta, podemos ir con Tristán a ver qué ocurre. Y si lo desea, puede hacer noche aquí. Tenemos un cuarto de huéspedes desocupado. Tiene cara de no haber dormido bien hace bastante. -¡Cómo se lo agradezco, Edgard! Los espero con gusto. Los fenómenos comienzan luego de la medianoche. Si no les resulta muy engorroso, los espero a esa hora, vecinos. -Quédese con nosotros, si lo desea, hasta esa hora. Así no aguarda solo. El hombre suspiró, aliviado. Se le notaba el temor en su rostro demacrado. Cuando llegó el horario indicado, nos apersonamos en la casa. Lo primero que percibimos, tal como nos había contado Leandro, fue la baja temperatura, pese a la calidez del clima exterior, que amenazaba con una tormenta, luego del agobiante calor. Al pasar a la sala, Leandro emitió una exclamación: la pared que había mencionado, estaba feamente manchada con moho, hongos, y exudaba una viscosa baba verdosa, de un húmedo olor nauseabundo. Un gemido ululante, angustioso, nos erizó la piel, a la vez que desesperados golpes se sentían en la pared. Como corolario del fenómeno, apareció la figura horrible de una mujer momificada, con el rostro estirado en una mueca de espanto inenarrable, que me recordó al cuadro ´´El grito´´. Leandro estaba paralizado. Con Tristán nos acercamos al espectro, que extendía sus blancas y esqueléticas manos, como buscando una ayuda que jamás llegaría. Ambos percibimos una terrible angustia, un dolor indescriptible. Tocamos su materia sobrenatural, y captamos la terrible historia. La aparecida era una bella joven, casada con el antiguo dueño de la casa. ´´En una estúpida discusión, por un tropiezo desafortunado, Amelia cayó al suelo desvanecida. Su marido, presa del pánico, y creyéndola muerta, la lapidó en el muro de la sala, sin sospechar que solo estaba desmayada. Falleció asfixiada, en una terrible agonía.: despertó en una oscuridad absoluta, sin poder moverse, hasta desfallecer por la falta de oxígeno. Al poco tiempo, el esposo, presa de remordimientos y tristeza, murió, dejando casa y fortuna en un litigio familiar que duró demasiado tiempo. -Si te sacamos del muro, Amelia, ¿descansarás en paz? El espectro asintió, mientras de la pared seguía manando la horrible sustancia verdosa y nauseabunda. -Por favor, Leandro: busque algo para romper el muro. -¡Ay, Dios mío! ¿Quién me mandó a venir a este pueblo? - dijo, mientras corría por herramientas. No bien abrimos un agujero en el lugar señalado por el moho, encontramos un cuerpo momificado, con la terrible mueca de agonía plasmada en su rostro. El espectro tornó en una imagen pulsátil. Aparecía y se desvanecía. En la última visión que tuvimos de ella, se dejó mostrar como una bella jovencita, con una sonrisa de alivio, y una mano agitándose en una niebla difusa, hasta desaparecer con un tintineo, al dejar caer una llave plateada, que tomé inmediatamente. Estaba grabada con una palabra: ´´paz´´. Llamamos a la comisaría para dar parte del evento, que se archivó rápidamente. Don Leandro se marchó del pueblo, poniendo nuevamente la casa en venta. No creo que nos visite en los próximos años, pero cada tanto, me envía saludos y agradecimientos en forma virtual. Parece que poco a poco olvida el suceso ocurrido, o se deja ganar por la negación, ya que cuando menciona su marcha, la asocia a inconvenientes familiares, que obviamente, jamás existieron. Nada ganaría con recordarle tal cual los hechos. La llavecita de plata, con su palabra tan significativa, forma parte de mi colección. Perdí un buen vecino, lamentablemente, pero los espero a ustedes, en La Morgue, para contarles nuevas historias que discurren por mi existencia. Y les deseo eso tan importante para todos en la vida: paz.

sábado, 21 de noviembre de 2020

EDGRD, EL COLECCIONISTA- UN CASO POLICIAL

EDGARD, EL COLECCIONISTA UN CASO POLICIAL Vino a visitarnos el comisario Contreras. -Quiero contarles, señores, un caso de un colega en otro pueblo, con la intención de ver si ustedes lo pueden ayudar. Tristán, mi asistente, estaba tan intrigado como yo. -Se trata de un caso raro. Es un finado al que se pudo reconocer por su domicilio, y algunas viejas fracturas que coinciden con el historial médico, al igual que los arreglos odontológicos. El tema es que, por el avanzado estado de deterioro del cuerpo, no se puedo realizar una autopsia concluyente que nos indique la causa del deceso. Por otro lado, el tiempo de descomposición no coincide con el testimonio de los testigos que dicen haberlo visto con vida la última vez: para ese entonces, la víctima, tendría que haber estado muerta. No hay concordancia lógica. -¿Qué tan avanzada estaba la descomposición? -Buena pregunta, Tristán. Tanto, que no le quedaba carne, prácticamente, en los huesos. Verás, lo encontraron muerto en una tina de baño. El agua era…una sopa, donde hervía la carne putrefacta. Dentro de ese caldo inmundo, los restos de evolución larvaria, coinciden con el tiempo de fallecimiento estimado, que, a su vez, echa por tierra la posibilidad de que la gente lo haya visto con vida en la fecha indicada. -¿Existe la opcción de que los testigos mientan? -No, Edgard. Es gente que solo lo identificó tras hacer memoria, en lugares públicos: en un bar, en una despensa, en la farmacia… Los forenses se están volviendo locos. ¿Me acompañarían esta noche al velatorio del sujeto? Pienso que ustedes podrían captar algo. ¿Qué me dicen? -Está bien. Nos ha intrigado, Contreras. Ahora queremos saber qué ocurrió tanto como usted. Escoltamos al comisario hasta el pueblo vecino, y participamos del velatorio. Seguía con la seguidilla de los féretros cerrados. Éramos presencias anónimas en un rincón. De pronto, sentí una vibración extraña en el aire. Por la cara de Tristán, él también. Segundos después, un cadáver descarando, mejor dicho, un esqueleto, con jirones de carne podrida colgándole como horribles ornamentos y unas pocas facciones deterioradas, apareció delante nuestro haciendo señas desesperadas. Nos indicó salir hacia el patio interno de la funeraria. Lo seguimos. Ninguno de los dos entendió lo que el difunto intentaba decirnos con sus alocados movimientos y señales físicas. El esqueleto pareció desesperarse, y para nuestro absoluto asombro sentimos unas terribles picaduras en varios puntos del cuerpo, que nos arrancó gritos de dolor. Fue muy desagradable. Atinamos a mirar el lugar de los ataques. Dos marcas rojas aparecieron en los sitios examinados, y se desvanecieron rápidamente. Entonces, comprendimos lo que el difunto intentaba decirnos desesperadamente. Nos acercamos al espectro, y le impusimos las manos, logrando establecer un canal de comunicación. Entonces, terribles imágenes surgieron ante nuestros ojos. Bien conscientes de lo que debíamos hacer, buscamos a Contreras, que nos esperaba, ansioso. -Los vi salir, y por la cara que traían, me parece que algo deben haber descubierto. -Así es. ¿Podríamos hablar con su colega? -Ya lo hago llamar. Cuando vino el amigo de Contreras, y nos presentamos, le consulté: -¿Tenía el difunto alguna relación con alguien que trabajara con ofidios? -¡Sí! ¿Cómo lo sabe? -Mire, es bastante difícil explicarlo. Su amigo le podrá contar a respecto. Yo solo tengo una teoría, y usted deberá dilucidarlo. ´´Imagínese el siguiente panorama: la víctima estaba tomando un baño en la tina. Alguien que conocía muy bien la casa, sabía que la claraboya del baño daba a la terraza. ´´La entreabrió ligeramente, y por allí vació una bolsa con serpientes, que llovieron sobre el pobre hombre, picándolo reiteradas veces en la cabeza y torso, causándole un dolor abominable. ´´Luego de unos minutos de agonía terrible, el hombre falleció en la misma tina, paralizado, y torturado brutalmente por un sufrimiento inenarrable. ´´La persona que le arrojó los ofidios tenía llave de la casa, por lo que no se encontró ningún signo de intrusión ni violencia. ´´Con la pericia de manejar estos animales por la experiencia de su trabajo, recogió las serpientes, y se marchó, por lo que deduzco, en medio del horrendo sufrimiento del hombre por las innumerables picaduras. ´´Algunos venenos de origen animal aceleran notoriamente el proceso de putrefacción de un cadáver, y no digamos si el cuerpo es sometido a una alta dosis, y se encuentra en un medio líquido: la carne prácticamente se licúa, dificultando especificar el momento del fallecimiento, y más aún, su causa. ´´Como dije anteriormente, caballero, no puedo especificarle de donde obtuve la información. No me creería. ´´Queda en usted continuar la investigación por ese camino, o cerrar el caso sin avanzar. ´´Lamentaría mucho que optara por lo último, ya que quedaría una persona culpable sin pagar su terrible accionar, y un alma penando, sin el alivio póstumo de la justicia. ´´Solo piense cómo se debe haber sentido la víctima cuando le llovieron sobre la cabeza esos animalitos, que, asustados, le aplicaron innumerables picaduras letales, y murió con unos dolores de pesadilla. -Señor: mi amigo me contó sobre ustedes. Y yo creo en todo lo que me relató. ´´La víctima estuvo relacionada con una bióloga que trabaja en el serpentario. Convivieron un tiempo antes de que el hombre fuera encontrado en el lamentable estado en que lo hallaron. ´´Me dijo esta mujer, cuando la interrogamos, que habían roto la relación quedando como amigos. ´´No tengo pruebas, pero el escenario que usted me pintó, tan acertadamente, es el único viable. ´´Presionaré a la mujer, diciéndole que encontramos evidencia contra ella, para instarla a confesar. ´´Les agradezco mucho haberse llegado hasta aquí. -No tiene nada que agradecer. Antes de retirarnos, nos quedaremos un momento más en el velorio. Pero en vez de pasar a la sala, fuimos al patio interno, donde se nos apareció el patético esqueleto, que transmutó en un joven con ojos llorosos. Hizo un gesto de despedida, con cara de gratitud. Unió sus manos, y dejó caer de ellas un objeto que luego alcé del lugar donde quedó. El espectro se desvaneció mientras esbozaba una sonrisa muy triste. Levanté del piso un pequeño dije de oro, con una serpiente finamente trabajada en el metal. El joven había sido un notable orfebre, antes de que su novia despechada hubiera decidido quitarle la vida con esa horrible lluvia de ofidios. Volvimos con una sensación agridulce. Ayudamos a encontrar la paz a un alma en pena, pero tuvimos que vivenciar la espantosa voluntad de un amor enfermizo, y su terrible venganza. El dije de oro se encuentra entre las piezas de mi colección, testimoniando lo retorcidos que pueden llegar a ser los sentimientos humanos. Me despido de ustedes, mis amigos, esperando que me visiten una vez más en La Morgue. Buen fin de semana.

viernes, 13 de noviembre de 2020

EDGARD, EL COLECCIONISTA - LA CABEZA PERDIDA

EDGARD, EL COLECCIONISTA LA CABEZA PERDIDA Tristán, mi asistente, me avisó que vendrían los parientes de un sujeto fallecido, para pautar su despedida. Lo vi muy nervioso, por lo que le pregunté qué ocurría. -Me parece, don Edgard, que sería conveniente que el comisario Contreras se diera una vueltecita con un par de agentes cuando oficie el velorio… -¿A quién velaremos, hombre? -No recuerdo el nombre del tipo. Pero está en las noticias. El violador, Edgard. El que la gente linchó antes de que lo apresara la justicia. Si bien ya se expidieron sobre la culpabilidad del mismo, porque las víctimas hablaron del tatuaje en el cuello del perverso, hay un detalle puntual: a alguien se le ocurrió cortarle la cabeza, y esconderla. ´´Nadie logró encontrarla, hasta el momento. Tampoco se sabe la identidad de quienes lo ultimaron. Pero ha generado un odio muy grande. Es posible que la gente quiera desquitarse con el cuerpo. ´´Aún puede negarse a aceptar velar aquí al difunto. -No, Tristán. Jamás rechacé una ceremonia. Tengo una reputación para cuidar. No va a ser un mal hombre quien me haga cambiar mi forma de trabajar. Y en cuanto a la gente, todos me respetan. Nadie se portará mal, te lo prometo. No será necesario llamar a nadie. Tal y como dije, no hubo interferencias con el velatorio. Habilité una puerta lateral para la muy reducida concurrencia que vino a despedirse del sujeto, que obviamente, se veló a cajón cerrado, por la carencia de cabeza. No bien terminó el oficio, ya solos con el féretro, vimos, con Tristán, en el medio de un humo rojizo, la espantosa cabeza del tipo, putrefacta y llena de gusanos, bullendo en forma horrible, mientras gesticulaba con muecas grotescas, y la mirada llena de ira. Reposaba en el suelo del salón, cerca de la puerta de salida. Cuando nos acercamos a ver mejor el espantoso fenómeno, la cabeza se esfumó, reapareciendo en distintos lugares, y desapareciendo luego, como indicándonos un camino a seguir. Y así fue. Fuimos persiguiendo en la oscuridad de la noche a la espantosa testa, que refulgía con luz rojiza, dejándonos un rastro. Ya adentrados en el campo, y bastante cansados, pero sin darnos por vencidos, llegamos hasta un viejo aljibe de una granja abandonada. La enfermiza luminosidad escarlata que salía de la boca del pozo, nos indicó que había en el fondo. Extenuados, volvimos a la funeraria, y llamé al comisario para contarle la noticia. Finalmente, Tristán había acertado, pues terminamos recurriendo a la policía. Le pedí que viniera solo con gente de confianza, que fuera discreta. Al rato nos encontramos todos en el aljibe abandonado. Un agente delgado y flexible ingresó en el pozo, con una escalera, y rescató la horrenda cabeza. La colocaron sobre un tronco grueso. Habían iluminado todo con reflectores. Nos acercamos, con Tristán, siguiendo a la extraña energía que vibraba en el aire, que olía a putrefacción y a ozono, como si en cualquier momento se estuviera por desatar una tormenta. Y si bien no fue de lluvia y viento, la tormenta llegó. La cabeza comenzó, para el horror del comisario y los agentes, a esplender la luz roja. Los racimos de gusanos se sacudían como si sufrieran descargas eléctricas. La boca, se abría y cerraba mostrando una ennegrecida lengua, en gestos repulsivos. Y los ojos refulgían de un odio tan perverso, que uno sentía que hacían daño de solo mirarlos. Los policías estaban congelados. Ya muy cerca, impusimos las manos sobre la asquerosa cabeza del perverso. No capté el mínimo sentimiento de arrepentimiento, o remordimientos. Interrogué mudamente, con un gesto a Tristán, que comprendió al instante, y me contestó con otro, de negación. Mi voz se elevó como el trueno de la tormenta que no fue. -¡Inmundo ser corrompido! ¡Retírate ahora de este plano! ¡No tienes un solo lugar aquí donde seas bienvenido, engendro del mal! ¡Te repudiamos! ¡Fuera!! Entonces, bajo el fulgor colorado, ocurrió algo impensable: bajo un gesto de sorpresa, que reemplazó al de maldad, los gusanos devoraron la carne podrida de la infausta cabeza, con una velocidad de pesadilla. La visión fue particularmente espantosa cuando solo quedaron los desorbitados globos oculares purulentos sobre la calavera descarnada. Luego, los bichos devoraron eso también. El cráneo desnudo movió la mandíbula un par de veces, y después quedó inerte. Los gusanos comenzaron a devorarse entre ellos, hasta que solo quedó uno, gigantesco, que explotó como un globo lleno de sangre. La luminiscencia se disipó lentamente, como una niebla con una bocanada de viento. El comisario rompió el silencio. -Aunque lo haya visto, no puedo creerlo, Edgard. -Me parece, comisario, que nadie va a echar de menos esto. –dije señalando el cráneo limpio, salvo por las salpicaduras del obeso gusano estallado. –me lo voy a llevar, si no está en desacuerdo, Contreras. -En absoluto. Nos vamos a descansar. Ha sido un largo día. Buenas noches, caballeros. Los policías se fueron en silencio. Los pobres agentes tenían un gesto de asombro y espanto por partes iguales. Regresamos a la funeraria con otra pieza para mi colección, y una duda en el alma. ¿Se había hecho justicia? ¿Realmente teníamos los hombres esa potestad? Solo sé que mi ira, la misma que llevó a la gente del pueblo a linchar al perverso, había sido aplacada favorablemente. Los saludo, amigos míos, esperándolos en La Morgue, como cada semana.

viernes, 6 de noviembre de 2020

EDGARD, EL COLECCIONISTA- EL JARDÍN DE HUESOS

EDGARD, EL COLECCIONISTA EL JARDÍN DE HUESOS Hola, mis queridos amigos. Quiero contarles de un doble velatorio que me tocó oficiar. Vino el comisario Contreras a anoticiarme que me habían encomendado realizar la despedida de la señora Gardenia, y su esposo, Gregorio. -¿Por qué viene usted a pedírmelo, comisario? -Verá, Edgard. No son circunstancias normales. Por protocolo, estos cuerpos, una vez procesados por la policía, deberían ser enterrados sumariamente, sin velarlos. Lo que ocurre, es que pidió por el ritual la madre de Gardenia, una mujer grande, enloquecida con la idea de que enterraran a su hija sin velarla… -Creo que tiene una historia para contarme, Contreras. -Así es, Edgard. Necesito hacerlo. Es todo muy triste y retorcido. ´´Gardenia eran una hermosa enfermera que se enamoró muy joven de Gregorio, un visitador médico guapo y simpático. ´´Durante todo el noviazgo, se comportó como el príncipe soñado por cualquier jovencita. ´´Una vez que se casaron, todo cambió: el cuento de hadas, se transformó en uno de terror. ´´Gregorio dejó de lado toda clase de galanterías y sutilezas, dejando bien en claro que la bella Gardenia era de su propiedad, y que se debía en cuerpo y alma a servirle y atenderlo. Lo demás, sobraba. ´´La primera imposición que puso a su esposa, fue que dejara de ejercer la profesión que tanto ella amaba. ´´Gardenia, cada tanto consultaba con su madre respecto al cambio abrupto que había dado su vida, y la transformación de su marido en un ogro mandón. ´´La mamá le ordenó que acatara los deseos de su esposo. Era lo correcto. No debía humillarlo con otro ingreso que opacara su misión de proveedor. ´´La muchacha no podía creer la visión de su mamá. Pero comprendió que no conseguiría apoyo en ella. Y Gregorio no le permitía tener amigas. ´´Su vida se tornó muy gris. Lo único que la distraía un poco de su tristeza era cuidar un hermoso jardín que logró hacer prosperar en el jardín de su casa. ´´Gregorio se impacientaba cada vez más al no llegar los hijos que deseaba para completar su ideal de familia, y se lo reprochaba muy violentamente a Gardenia, que, desesperada, acudió al médico para ver si podía quedar embarazada pronto. ´´Como todos los estudios salieron normales, por recomendación del médico, le sugirió a su marido que también acudiera a la consulta, para ver si había alguna disfunción en su fertilidad. ´´Eso desató en él una furia sin igual. Herido estúpidamente en su hombría, empezó a aplicar periódicas golpizas a la pobre Gardenia. ´´Una vez más, ella acudió a su madre, pidiéndole asilo y ayuda. No deseaba vivir más con ese hombre que desconocía. ´´La madre, para su total horror, avaló la conducta de Gregorio, contestándole que debía mejorar como esposa, y no provocar la ira de un jefe de familia. No recibiría a una mujer huida de su casa, como apoyo de quien quedaría ante los ojos del mundo como una prostituta. ´´Desolada, la chica se dedicó con alma y vida a su jardín, cada día más bello y florido. ´´Las golpizas se hicieron algo frecuente. ´´Un día, Gardenia encontró una marca de labial en la camisa de su esposo, que había empezado a llegar tarde a casa. ´´Con una saludable furia que se desconocía, lo persiguió furtivamente una jornada, descubriéndolo salir del hospital donde ella trabajaba antes de casarse, con una enfermera, a la que besaba entre risas, mientras le entregaba una caja de regalo. ´´Con la ira oprimiendo su pecho, reconoció a quien fuera su mejor amiga, como la amante de su tiránico esposo. ´´Con gran calma regresó a su hogar. Buscó en una caja un fármaco y preparó una inyección. Esperó atrás de la puerta con una paciencia helada. ´´Cuando Gregorio, a deshora, abrió la puerta, sintió un pinchazo en el cuello antes de desvanecerse. ´´Cuando despertó, estaba amarrado en el sucio sótano de la casa, que no utilizaban por las filtraciones de humedad. ´´Se hallaba sobre un sillón apolillado, maniatado y amordazado. Atontado aún, no entendía que había ocurrido. ´´Gardenia, lo miró críticamente. Sin decir una palabra, le hizo un torniquete en la pierna, y luego se la cortó con una sierra. ´´Gregorio se desmayó del shock. Ella le inyectó lo necesario para que sobreviviera semejante trauma. ´´Despojó laboriosamente la pierna amputada de su carne, y cuando quedó el hueso bien limpio, lo plantó en el jardín, como si fuera una flor exótica. ´´Para no hacer muy larga la historia, Edgard, le diré que la chica fue mutilando al infeliz y plantando sus huesos en el jardín, hasta que el tipo falleció. ´´Por desgracia para él, era muy resistente, y aguantó vivo lo suficiente para que Gardenia lo despojara de piernas y brazos. Muchos huesos fueron retirados del patio. ´´Cuando el tipo se murió, Gardenia se hizo un test de embarazo, que dio positivo. ´´Después de eso, se colgó de una viga del sótano, muy cerca del torso mutilado de Gregorio. ´´La mayoría de las cosas que le cuento, surgen de deducciones que tomé, luego de una minuciosa investigación. -No comprendo. ¿A nadie le llamó la atención la ausencia del hombre en su trabajo? ¿No sorprendieron los huesos del jardín? ¿La madre no la contactó en esos días? -Gardenia había llamado al trabajo del marido avisando que debía viajar por el fallecimiento de su padre. ´´Los vecinos, Edgard, jamás denunciaron el maltrato del que fueron testigos tanto tiempo. Dudo que quisieran involucrarse con cualquier cosa que les implicara problemas. Unos cobardes despreciables. Los considero cómplices de la tragedia de la muchacha. ´´Y hablando de cómplices, fue la madre de Gardenia quien los encontró, y nos anotició de la brutal circunstancia. ´´Después de intentar contactarse con su hija durante varios días sin éxito, se tomó su tiempo para decidir acercarse a la casa, de la que tenía un juego de llaves. ´´Vio los huesos en el jardín sin entender qué eran. Entró en la casa, llamando a su hija, y le llamó la atención la sangre que manchaba la cocina. Siguiendo el grueso goteo, abrió la puerta del sótano, donde halló a los occisos ya en estado de putrefacción. ´´Nos llamó de inmediato. Y nos hizo prometer que la pareja tendría una ceremonia completa de despedida. Según ella, nadie debía separar lo que Dios había unido. ´´Cuando investigamos los detalles de la macabra historia, tenía ganas de arrestar a esa mala mujer, una total hipócrita desamorada. Ella misma nos contó, en declaración, cómo le había dado la espalda a la muchacha. No hubiera detonado así su cabeza, de haber tenido el apoyo de su propia madre. ´´Así que será una ceremonia doble, Edgard, y a cajones cerrados, como es obvio. ´´Esa vieja bruja dejó el costo de todo dispuesto para ello. ´´Le cuento el último detalle: Gardenia usó la carne de Gregorio como fertilizante en su jardín. La encontramos allí, putrefacta. Funcionó muy bien con los rosales. ´´Y una cosa más. No es lo más correcto, pero me pareció adecuado. Este es un pequeño huesito de la mano de Gregorio. Soy muy de presentimientos, y se me puso que usted apreciaría este, digamos, poco convencional ´´souvenir´´. Y no se equivocó el buen comisario en eso. Ni tampoco en decir que quien calla un hecho de violencia, se transforma, automáticamente, en cómplice de ella. Ya no es tiempo de callarnos, mis queridos amigos. Los espero como todos los sábados, en La Morgue, para contarles nuevas historias de mi colección particular.