domingo, 3 de enero de 2021

ACUERDO POR PARTES

ACUERDO POR PARTES Luciana se sentía aliviada de haberse separado al fin de su abusivo esposo. Luego de mucho tiempo de soportar maltratos y humillaciones, decidió dejarlo, huyendo de la casa con sus hijitas, y denunciándolo previamente. El motivo que desencadenó su determinación fue una paliza recibida tras una estúpida sospecha de Antonio: pensaba que ella tenía un amante. Gustavo solo era un compañero de trabajo, con una amistad superficial. Pero una salutación navideña de él en su teléfono, le dio la excusa de acusarla con horrendos improperios, y golpearla duramente. Sin pensarlo mucho, Luciana cobró fuerzas para irse, alquilar una casita, y recomenzar la vida con sus hijas, lejos de la violencia y el maltrato. Mandó a sus niñas a la casa de su madre, donde pasaría Navidad, y comenzó a alistar la maleta para subirla al coche. Estaba exhausta por la mudanza, las emociones encontradas, la inseguridad de emprender una nueva etapa, con todas las dudas que conllevan una convivencia de tantos años, y tres hijas en común. La sobresaltó el móvil, con su tono de llamada. -¿Quién habla? -Antonio. ¿Esperabas el llamado de otro tipo? -¡Claro que no! Pero este no es tu número. ¿Qué quieres? -Pasar Navidad con mis hijas, como siempre, desde que nacieron. -Pues no puede ser. El juez te pondrá días de visita. ´´Lo mejor sería que lleguemos a un acuerdo de partes, y lo solucionemos amigablemente. Podrían estar contigo para el año nuevo. -Nunca pasé una Navidad sin mis niñas. -Antonio: recuerda lo que hiciste. Esto es consecuencia de tu violencia. Lleguemos a un acuerdo, a una custodia compartida. Tengamos paz, por favor… -Así que un acuerdo por partes. Me estás tentando, Luciana. Es justa una división por partes. Puedo decir que ya me convenciste. ´´Sé que las niñas están en casa de tu madre, esperándote. Y solo por hoy, vísperas de Navidad, te daré la razón. Como un regalito especial de Santa… Antonio colgó antes de que pudiera preguntarle nada. No le había agradado el tono sarcástico y misterioso. Decidió no dejarse atormentar por el desquiciado que le había arruinado la existencia por demasiado tiempo. Cuando terminó de alistar la ropa y los paquetes de regalos, escuchó un ruido proveniente de la hermosa chimenea que la había enamorado a la hora de decidirse a alquilar la casita. Pensó que eran gatos, aunque no pudo evitar un estremecimiento. Empezaron a caer piedrecillas, y quedó paralizada. -¡Jo, jo, jo! ¡Feliz Navidad! - escuchó por el conducto de la chimenea, con los ojos desmesuradamente abiertos por el pánico. El timbrazo del celular le arrancó un grito. -¿Antonio? -No, querida. Soy Santa. Él te manda su regalo de Navidad, siguiendo tu sugerencia de acuerdo por partes. Aunque se había colgado la llamada, quedó sin moverse, con el teléfono en la mano, mientras un goteo se iniciaba sobre los leños que adornaban el piso de la chimenea. Solo cuando vio caer los pedazos desmembrados de sus hijitas, parte a parte, el grito de horror salió de lo más profundo de su pecho, trascendiendo la noche, el tiempo y la cordura… @NMarmor

EL KRAMPUS

El Krampus El jefe de comisarios suspiró al colgar la llamada del intendente, enojadísimo por el hallazgo del ´´Santa´´, empalado en el gigantesco árbol navideño, atracción turística tradicional de la ciudad en su plaza mayor. Al hombre le habían arrancado los ojos, la lengua y los genitales. No era el primer año que mataban pobres diablos disfrazados de San Nicolás. Con su acceso exclusivo a datos de las víctimas, el comisario obvió comentar que los asesinados tenían antecedentes de pedofilia. Abrió su armario con ojos brillantes de entusiasmo. Sacó una serie de elementos punzantes, y una máscara horrorosa. Por unos segundos, volvió a ser ese niñito al que mamá no creyó cuando le contó lo que el tío le había hecho. Ella le amenazó con el Krampus, que castigaba a los niños malos y mentirosos. No habría regalo para él esa navidad. Era otra noche propicia para castigar niños malos…

|#MiDeseoOscuro @M4627C

|#MiDeseoOscuro @M4627C El insomnio arañaba mi cerebro encarcelado al lado de tu cuerpo dormido. Demasiado tibio. Demasiado vivo. No podía dejar de imaginarte con el lunar relumbrar de palidez cerúlea con que te quería. Pero tu piel tenía el tinte de la sangre pujante que te transcurría, tan terca, haciéndote vulgar y mundano. Aburrido y frustrante. Te removías en sueños, y yo quería verte quieto, envuelto en eternidad, pétreo y helado, con el perfume íntimo de las flores marchitas, de la carne que pierde su entidad celular, y es invadida por un microcosmos de seres que degradan y transforman. Que devoran. Mi deseo oscuro era tenderte en una cama roja y negra, rodeado de velas, desnudo y azulado con el tinte de la muerte. Morderte los labios silenciosos, sellando un secreto sideral de lo que nunca se dijo, de lo que no es tan banal para ser expresado con simples palabras, que siempre enlodaron nuestra relación. Dibujar tu contorno, trazo por trazo, con mis dedos ebrios de frialdad, en tu cuerpo transmutado en promesa de cambio, de sombras que acallan los temores cotidianos de choques, violencia, brutalidad. Y subiría sobre vos sin el odioso latido de tu terco corazón artero, manipulador, consiguiendo el milagro de despertar tu sexo, que no podrías usar para dañarme, para humillarme. Me empalaría en él, siendo tu dueña, tu ama, tu guía entre este mundo de dolor, y el abismo del placentero olvido de ultratumba. Te tomaría de forma dulce y salvaje. No tendría que pensar en el mañana. No habría reproches, insultos o golpes. No serías vos, realmente, sino el tierno ángel que dibujé en mis anhelos al conocerte, y que se deshojó en los vientos de la realidad hambrienta de penas y decepciones con la que te tuve tantos años. Y faltaba ya poco para el amanecer. No lograba desprenderme de mi ensoñación desbordada, libre de las cadenas de la luz de la mañana. Por una vez en mi vida tomé una decisión que trascendía la espera inútil, la fantasía, lo irreal. Me levanté silenciosamente, y en la cocina encontré el cuchillito filoso que te reservabas para los asados con amigos, por el que levantabas la voz si yo lo usaba en otra cosa que no fuera tu orgía de carne bruta. De carne muerta para agasajar ejemplares chatos y vacíos como vos. No te defraudaría. Te haría con él los honores. Pasarías a ser un semidiós, un altar donde quemar el incienso de mi deseo oscuro, cincelado por la cruel gota con la que horadaste mi alma fragmentada, confusa, maltrecha, minuto a minuto. Día tras día. Y te observé respirar, por última vez…