sábado, 5 de febrero de 2022

EDGARD, EL COLECCIONISTA- EL ENEMIGO SECRETO

Aurora, mi amada, me contó la historia de Camila. Habiendo formado parte una vez de los adoradores de la Pacha Mama, la mujer se alejó del grupo, buscando un camino espiritual diferente. Comenzó a visitar tarotistas, astrólogas, y hechiceras de magia negra. Camila atribuía todas las cosas negativas que le ocurrían en la vida a la intervención dañina de algún enemigo secreto. No sabía su género ni edad, o si estaba entre sus conocidos o parientes. Sospechaba de todo el mundo, y acudía asiduamente a sesiones para que le tiraran las cartas. Ansiaba que la persona que le ocasionaba fracasos en el amor, laborales, peleas familiares, pérdidas económicas se le revelara, para vengarse de ella en forma cruenta. Así que cansada de acudir con una y otra especialista, decidió visitar a una bruja famosa de las sierras. La mujer cobraba caro, y vivía muy alejada, por lo que en principio había desechado la idea de verla, pero al no lograr su cometido, se armó de valor para llegarse al siniestro paraje donde “La Tuerta” hacía sus embrujos. Luego de pagar la consulta, la mujer, que contaba con un parche que ocultaba la carencia de su ojo izquierdo, una bonita morena de edad indefinida, la recibió. La cabaña donde vivía, si bien se veía lúgubre desde afuera, era muy confortable en su interior. --Todo lo que hago, se malogra, señora. Sé que tengo un enemigo oculto, que vuelca en mí una energía malvada para dañarme. Quiero saber quién es, y darle su merecido… --Veremos que dicen las cartas…. Luego de manipular el mazo, y hacer las lecturas, la cara de “La Tuerta” cobró una expresión pétrea. --Por lo que percibo, Camila, usted tiene un enemigo muy poderoso. Es tan artero y dañino, que no se deja ver. Está consagrado a arruinarle la vida. También noto una contradicción enorme, como si algo no concordara… --¿A qué se refiere? --La Sacerdotisa sale junto al Loco en todas las tiradas, siempre dadas vuelta. Eso habla de una fuente de mala energía sumamente confusa… --¿Puedo castigar al causante de mis desgracias, aunque no sepa quién es, y ponerlo en evidencia? --Se puede. Tengo un método para eso. Necesito un sapo, y una foto en blanco. --¿Qué sería una foto en blanco? --Pues lo ideal sería una fotografía mal tomada, velada, o puede ser también una toma donde se vea el suelo. Yo abriré el sapo, con mucho cuidado. Introduciré la foto en su panza, manteniendo vivo al animal. Luego lo coseré, y enterraré bajo un árbol muerto. Durante el proceso, orinaré al salir la luna sobre el lugar. La sexta noche, sabremos la identidad de la persona que la está perjudicando: desenterraré al sapo, lo abriré, y veremos en la foto el rostro del culpable. A partir de ese momento, la persona dañina comenzará a consumirse, secándose en vida. Solo tendrá seis días, antes de ir a parar a la tumba, y usted se librará de quién le está atormentando. Pero, como dije antes, hay algo muy raro. Siento una vibración extraña… --Pues, mayor razón para hacerlo. Quiero saber, y disfrutar ver transformarse en momia a quién me desea el mal… --Tenga en cuenta una cosa: una vez realizado el trabajo, no se puede deshacer. No hay vuelta atrás. Lo digo, porque el perdón y el arrepentimiento también podría librarla de la venganza. Si hacemos el proceso con el sapo muerto, veremos la identidad, pero el culpable no recibirá daño alguno. Usted tendrá oportunidad de hablar con la persona, y, como le dije, resolver sus diferencias, transformando lo malo en bueno. Inclusive le saldría menos. Solo tendría una demora de más días, pero no cargaría con la culpa de haber matado a nadie… --Pues prefiero la primera opción. Alguien tan vil, que se dedique a interferir así en mi vida, no merece perdón, ni oportunidad de arrepentirse. Y ya estoy demasiado ansiosa. No es cuestión de dinero: quiero saber lo antes posible, y ver sufrir mucho al autor de mis desgracias. --En realidad, lo que usted me cuenta que le ocurre, no puede ser catalogado como desgracia. Con, o sin intervención de terceros, todos en la vida sufrimos decepciones amorosas, y pasamos malos momentos en el trabajo, con la familia y el dinero… Creo que, si intentáramos una rutina de oraciones diarias para romper la cadena de malas vibraciones, neutralizaríamos el problema, sin víctimas, reestableciendo la armonía. --Prefiero lo del sapo. Tal como me lo describió… --Usted ha decidido… La Tuerta, entonces, acompañada por Camila, fue hasta el borde del río, y atrapó un sapo en un recodo. Ya de nuevo, en la cabaña, sacó con una Polaroid una foto desenfocada, y procedió, frente a la impasible mirada de su clienta, a cortar con un cuchillo la panza del batracio, e introducir la foto en su interior, cosiendo luego la herida. El pobre animal estaba vivo cuando lo llevaron hasta un árbol carbonizado, que había sido alcanzado por un rayo en la última tormenta, y a su pie, lo enterraron. La tuerta orinó sobre la siniestra tumba, y recibiendo el dinero de Camila, le dijo que regresara en seis días. Camila, muy emocionada cuando la sexta luna apareció en el cielo, volvió al paraje, al lugar donde estaba el árbol muerto. Apareció La Tuerta, que, sin saludarla, si quiera, empezó a cavar con sus propias manos, hasta hallar al sapo, que sorprendentemente, agitaba sus extremidades, y croaba horriblemente. --Acompáñeme a la cabaña. Allí lo abriremos. Caminaron sin cruzar palabra. Ya dentro de la casa, la mujer abrió la panza del sapo, y retiró la foto, pudiendo, por fin, expirar el pobre bicho. --Mire la fotografía: le dije que percibía algo muy extraño… --¡No puede ser! ¡Es un engaño ridículo! ¡Esta es una foto mía! ¡Se ha burlado de mí! --¡De ninguna manera! Cuando usted me contaba todas las cosas que le salían mal, yo sentía una mala energía interviniente, que no se dejaba ver. Usted es su propio enemigo: con sus malas actitudes, aleja al amor, las amistades, la prosperidad. Tiene vibraciones tan negativas, que toma siempre decisiones erróneas, y con sus maledicencias, genera discordia, miseria y soledad. Ahora, por otra mala decisión, solo le quedan seis días. Se secará, consumida desde adentro, por esa fuerza negra que la impulsa, y morirá sin perdón ni redención. --¡Mentira! ¡Todo esto es una estafa asquerosa para sacarme mi dinero! ¡La denunciaré a la policía! --Haga lo que le plazca. Me parece despreciable. Ahora veo con claridad todo el panorama. ¡Váyase de mi casa ya! --¡Por supuesto! ¡Y la haré meter presa, bruja horrenda! Camila fue enfurecida a presentar una denuncia a la que no se le prestó la más mínima atención. Todos la tomaron por loca. Hirviendo de rabia, se encerró en su casa, donde, para su espanto, descubrió cómo su piel se deshidrataba, y perdía peso con una celeridad de pesadilla. El pelo se le puso blanco. Se le cayeron los dientes. Los ojos se hundieron en sus cuencas. Pasadas unas horas, no tenía fuerzas para levantarse de la cama. Luego, no podía moverse. Pasó así seis días, sintiéndose como el sapo que habían enterrado vivo, meditando amargamente sobre las palabras de La Tuerta. Tuvo que admitir que su mala suerte en el amor venía de su forma sofocante de hostigar a sus parejas. Que el alejamiento de sus seres queridos y entorno familiar estaba vinculado a su placer de hacer circular chismes maliciosos, y manipular a la gente para enfrentarla en peleas sin sentido. Recordó todas las veces que traicionó a compañeros de trabajo para aprovechar ventajas en puestos de los que la terminaban desvinculando por su dejadez y haraganería. Se lamentó de haber malgastado su dinero en cosas absurdas e innecesarias, para jactarse ante el prójimo de tener una vida lujosa, generando deudas y pesares económicos agobiantes. Luego de esa evocación de pesadilla de las actitudes que la transformaron en su propio enemigo, supuestamente oculto, sin la bondad suficiente para perdonarse sus errores y arrepentirse, sin redención ni liberación, expiró por fin, dejando un cuerpo reseco y desdentado, como una momia en el desierto, que encontrarían semanas después, cuando la orden de desalojo ignorada hizo intervenir a las fuerzas públicas para abrir la casa. Seguramente, cuando liberen el caso, ya que aún permanece en la morgue judicial, me tocará oficiar la despedida de la infeliz Camila. Mi bella Aurora, amiga de La Tuerta, me trajo el pobre sapito disecado, y la foto que albergó su panza. Ahora tienen su lugar en los estantes de mi colección. Si se acercan a visitarme a La Morgue, podrán conocer el rostro de Camila, una mujer que tenía todo para ser feliz: belleza, juventud, buena salud, pero que se convirtió en su propia perdición con su torcida percepción de la vida. Los espero, mis amigos. No me fallen…