El brindis
La mataría.
La tóxica se había encargado de dejarlo como un canalla miserable ante todo su entorno.
También sugirió que si se atrevía a dejarla, se suicidaría.
Ya no soportaba sus manipulaciones.
La invitaría a tomar un trago, para hacer las paces. La ingesta de alcohol era una constante en su día a día.
Pondría una buena dosis de pastillas. Cuando se adormeciera, le metería por fuerza el resto para mandarla a un eterno descanso.
Preparó la copa.
Para su sorpresa, ella lo esperaba con un vaso ambarino en alto, y una sonrisa conciliatoria. En sus ojos enrojecidos, relucían lágrimas.
-Te esperaba, querido. Estamos a tiempo de arreglar las cosas. Te compré tu whisky favorito.
-¡Qué casualidad! ¡Venía por lo mismo! Te traje champán…
-¡Brindemos!
Él bebió con ansiedad, esperando que ella consumiera el líquido.
Pero no lo tomó. Se le quedó mirándolo fijamente, mientras brillaban sus ojos tristes de un modo extraño.
-Lo siento muchísimo…
Fue lo último que escuchó antes de desmayarse.
Habían tenido la misma idea.
No eran tan diferentes, después de todo…