sábado, 1 de enero de 2022

EDGARD, EL COLECCIONISTA - LA HOGUERA

Pese al calor infernal que nos azota, con la bendición de los dirigentes del pueblo, migramos hasta la orilla del río, al pie de la sierra, para cumplir con el ritual de nochevieja, y comenzar el año con buenos augurios. Allí se encendió una gigantesca hoguera, controlada con pericia por los bomberos para que no prendiera la foresta tantas veces azotada por esa desgracia, y frente a ella cantamos, arrojamos notas con las cosas que deseamos “quemar” del año que se marcha, y pedimos nuestros deseos para el venidero. Una orquesta local, amenizó el evento. Brindamos y festejamos con amigos, vecinos y conocidos. Tiara, una muchacha que había acudido al festejo sin su esposo, y cuyos cardenales morados se hacían visibles aún en la oscuridad, bajo la lumbre del fuego, nos saludó en forma distante, con la mirada ida. Se marchó silenciosa, con el paso decidido de quien tiene un propósito muy claro. Luego nos enteramos de su plan. Tiara llegó a su casa, donde su marido, desmayado en la cocina de la borrachera, roncaba porcinamente su sopor alcohólico. Horas antes había golpeado a la chica, cuando le reclamó su estado, y cómo derrochaba dinero en licor, mientras que nada había para comer en el hogar. Huyó de la paliza, uniéndose a la expedición hasta la hoguera, y mirando a su sudoroso y desaseado esposo, con los puños aún crispados, como preparados para atacar, aún inconsciente, a cualquiera que se interpusiera entre su vicio enfermizo y él, comenzó a cantar en forma monocorde una de las alegres canciones que escuchó en el ritual findeañero. Amarró a Santino a la silla dónde se había desmoronado de beodez, y le volcó vodka, como bautizándolo, mientras seguía cantando en forma átona. No conforme, reforzó el “baño” con alcohol de quemar. Santino se revolvió un poco en su asiento, pero no despertó. Tiara buscó las fotos guardadas en una caja, donde la pareja salía plasmada en diversas poses felices, de una época mejor. Tomó una caja de fósforos, y fue arrojándolos sobre su esposo, que, al comenzar a arder, despertó aterrado, gritando desaforado, con aullidos sobrecogedores. Intentó forzar sus ataduras, pero eran de recio alambre. Tiara le arrojó más alcohol de quemar, y fue tirando en la tea humana las fotos que había traído, cantando la canción de la hoguera, con la mirada perdida, y una sonrisa vacua. Extraordinariamente, nada alrededor de Santino se incendió. Solo él se calcinó lenta y dolorosamente, con una agonía cruel, brindando un espectáculo que hubiera causado el desmayo del más curtido, duro y estoico. Pero Tiara solo lo observaba con su sonrisa bobalicona, quemando con él sus fotos de boda, y así hubiera seguido por horas, quizá, si la policía, alertada por los vecinos, no hubiera acudido a la vivienda e irrumpido, quedando horrorizada con la macabra escena de los últimos estertores y aullidos agónicos de Santino, y la placidez extraviada de Tiara, que le dijo a los oficiales: --Ya hice mi pedido de año nuevo, con mi propia hoguera… Los hombres, pese a la conmoción, intentaron salvar al hombre, pero nada se podía hacer a esa altura: era un guiñapo carbonizado sobre los restos metálicos de una silla, con los alambres que lo sujetaron ardiendo aún al rojo vivo. La justicia dictaminó que la muchacha obró en un colapso nervioso, un brote psicótico, y actualmente está bajo tratamiento psiquiátrico. Dice no recordar nada, luego de la paliza que le dio Santino. Yo creo que la hoguera de año nuevo seguirá ardiendo en su alma para siempre, en una extraña forma liberadora, pese a la crueldad de su ritual personal. El comisario me hizo llegar una foto que se salvó de las llamas: en ella quedó intacta la imagen de la muchacha, vestida de novia, con una sonrisa feliz y esperanzada. La mitad que le falta, se la llevó el fuego, quemando al novio… Tengo la foto incompleta en mi colección. Me hace pensar en qué mala combinación son los vicios, la violencia y la falta de amor. Y en el horror absoluto de morir quemado vivo… Deseándoles el mejor comienzo de año posible, los invito a visitarme en La Morgue: no tienen excusa para no venir: hoy es día festivo, y pueden recorrer, historia por historia, todos los objetos de mi colección. Y, de paso, sacar conclusiones para tomar buenas decisiones durante esta nueva etapa. Los espero, levantando mi copa… ¡Feliz Año Nuevo!