viernes, 30 de julio de 2021

#ViernesNarrativo72 Cuestión de sangre

#ViernesNarrativo72 Cuestión de sangre El cartero me sorprendió, trayendo a mi alejada casita de las sierras una citación. Todavía resoplaba, el hombre, por la empinada subida que había tenido que escalar, cuando cerré la puerta prácticamente en sus narices, antes de que me preguntara sobre el contenido de mi correo. En la pequeña comunidad, todos nos conocíamos. Abrí el sobre. Era del abogado del tío Adrián. Nos citaba a los herederos, para el reparto de bienes. Releí la nota con escepticismo. El tío no había tenido hijos, y de todos sus sobrinos, yo era considerado la oveja negra de la familia. De mis hermanos y primos, era el único que había elegido renunciar a la alta sociedad, e irme a vivir al culo del mundo, ganándome la vida como artesano, pese a ser profesional como ellos. Era una interrogación indignada para la aristocrática vanidad de mis consanguíneos. Un hippie mugriento, mancha deshonrosa para la familia. Con un suspiro, me alisté para viajar a la ciudad. No tenía ganas de ver esas caras reprobatorias, pero mi curiosidad podía más. Llegué al estudio del abogado de cinco apellidos diez minutos antes de la hora acordada, pero ya estaban todos, que no se privaron de mirarme de arriba abajo, con desdén, después de saludarme fríamente. Mis hermanitos, de saco y corbata, al igual que mis primos, y las chicas, con su ropa de diseño, creada para sus cuerpos exhaustos de operaciones, intentando vencer al paso de los años. Todas teñidas de rubio, bronceadas, y más allá del parecido familiar, estaba la similitud de un mismo cirujano y Botox. Obviamente, mi campera de jean, buzo de rock, pantalones rolingas y zapatillas, eran una ofensa a su impecable estética. Por no hablar de mi pelo largo. Al menos, estaba más sano que el de las oxigenadas, y aún no tenía las venerables peladitas de los primos. El vetusto letrado comenzó con la lectura del testamento. Todos tenían una mirada febril, de una efervescencia casi gaseosa, esperando el cantar de la fortuna para pagar las deudas generadas por el buen vivir burgués, y seguir ofreciendo adquisiciones costosas al supremo altar de las redes sociales. Sin darse cuenta, estiraban los cuellos, como jirafas tratando de alcanzar una fronda demasiado alta. _...les dejo a mis sobrinos, a excepción de Dardo, los libros de mi hermosa biblioteca… En ese punto, se les contorsionaron las caras al unísono. _...y la integridad de mis depósitos bancarios, acciones y propiedades a Dardo Olivera Hernández, con el criterio de que, habiendo tenido las mismas oportunidades que sus hermanos y primos, fue el único con sentido común para ser feliz, más allá de las exigencias familiares y sociales, además de demostrar empatía y solidaridad con el prójimo. Yo no lo tuve en su momento, y me da mucho gusto saber que al menos una persona de mi misma sangre, valora sus principios personales, más allá del qué dirán y las conveniencias. Eso es todo.” En ese punto, todos me miraron con odio asesino. _ ¿Cómo puede ser, doctor, que este infeliz se quede con todo el patrimonio del tío? _ preguntó una de mis platinadas primas. _ Posiblemente, este documento sea apelable, negociable, digamos… ¿Verdad doctor? _ La última voluntad de mi representado será respetada. Para ustedes, serán los libros de su prestigiosa colección, y el dinero, la fábrica, acciones y propiedades, pasarán a manos del caballero. _ Seguramente mi hermanito convenció de alguna forma ilegal al tío en su lecho de muerte. Obviamente se aprovechó de que el viejo ya no estaba en sus cabales. _ Miren: me están haciendo perder la paciencia. El único que se interesó por la salud de su tío, que no solo era mi cliente, sino también amigo personal, fue el señor Dardo. “Si se les ocurre querellarlo, señores y señoras, los puedo denunciar por abandono de persona. Manténganme al tanto de cuándo pasan a retirar los libros. Buenas tardes. El vetusto abogado esperó a que el último integrante de mi bella familia se retirara, y sin hacer caso a las quejas e insultos que se escucharon, me consultó: _ ¿Tiene pensado cómo va a invertir estos capitales? Yo tenía pensado retirarme al concluir mi obligación con Adrián, pero podría administrar sus bienes y asesorarlo. _ Se lo agradecería. Quiero que gestione para donar todo a instituciones benéficas… _ Pero... ¿No quiere pensarlo? Usted todavía es joven. Podría arrepentirse de desprenderse sin considerar bien todas las opciones. ¿No le agradaría viajar, o adquirir algo en especial? _ Le agradezco el consejo, doctor, pero la verdad es que tengo la vida y los bienes que deseo. _ Así parece, según el criterio de su tío. Pero puede pensar, aunque sea, en un fondo de retiro. _ Lo tengo previsto. Si aceptara quedarme con algo de la herencia, correría un riesgo muy grande, y créame, le tengo terror… _ ¿De qué riesgo me habla? _ El de parecerme, aunque sea un poco, a ellos. Que sin darme cuenta, se me pegara la estulticia, hipocresía y superficialidad. No olvide que somos de la misma sangre… _ Bueno. Déjeme su teléfono, y me ocuparé de cumplir su voluntad. _ No uso teléfono. Dígame dónde debo firmar, y listo… Posiblemente, crean que soy un idiota. Pero les juro, conociendo bien mi entorno, que no me arrepiento.

EDGARD, EL COLECCIONISTA- LA HIERBA DE SATANÁS

EDGARD, EL COLECCIONISTA LA HIERBA DE SATANÁS Mi amada Aurora, que venía de su casa en las sierras, me contó, muy alterada, que en un recodo del río, un terreno que casi conforma un islote, fue despojado de su flora nativa, y mostraba una plantación de algo parecido a la marihuana, pero con follaje extrañamente rojo y negro. Coincidiendo con esta información, el comisario Contreras hablaba de varios casos de adolescentes con brotes psicóticos, que habían causado violentos incidentes en ámbitos públicos y privados. Todos mostraban en sus análisis clínicos, la intervención de un alucinógeno muy fuerte, de origen desconocido, cuyas secuelas dejaban a los consumidores en un estado de violencia salvaje. Aullaban, mordían, babeaban una saliva rojinegra, e intentaban atacar a cualquiera con la mala suerte de cruzarse en su camino. Alertado por la información de Aurora, la policía prohibió el acceso al infausto terreno, y se tomaron muestras de las plantas, corroborando que coincidían con la droga hallada en los jóvenes afectados. Curiosamente, vista desde arriba, la plantación estaba delimitada por una estrella de cinco puntas. Las plantas de cada “punta” de la estrella, eran totalmente negras, en vez de tener el tinte rojo combinado. Lamentablemente, los chicos consumidores fallecieron de manera horrible. La filmación del monitoreo de la institución psiquiátrica mostraba al primer muchacho, fuertemente sedado, y maniatado para evitar que se hiciera daño. Comenzó a convulsionar violentamente, adoptando posiciones antinaturales, imposibles de realizar, en contra del movimiento normal de las articulaciones. Mientras los médicos le aplicaban un anticonvulsivo, y monitoreaban el anómalo ritmo cardíaco, demencialmente acelerado, el chico farfulló, con una voz infrahumana, frases en un idioma desconocido, semejante al latín, según uno de los testigos. Consternados por la potencia y gravedad del timbre vocal, observaron como la piel se le ennegrecía, mientras los dientes, que parecían crecer casi imperceptiblemente, y tomar forma aguda, se teñían de rojo. En el pandemónium de gritos y confusión, corrió una enfermera a buscar oxígeno, al interpretar una cianosis, pero se congelaron al escuchar una voz horrible, quejumbrosa y malévola que gritaba: “¡Ego te maledicam!!”. En ese punto, un temblor sacudió la sala, y el muchacho, horrendamente deformado, dobló su columna en un ángulo imposible, elevándose sobre sus manos y pies amarrados a la cama, y contorsionando su espantoso rostro. Vomitó algo, que curiosamente, cada participante del episodio lo vio de manera diferente: entre cada doctor, juraron que el chico expulsó de la boca una serpiente, una araña, un murciélago, un escorpión, una sanguijuela. Así mismo, las enfermeras tienen interpretaciones variopintas de lo que lograron captar. Pero nadie, hasta que se calmó, pudo ver lo mismo. Luego del aberrante suceso, el joven dejó de respirar. Cuando buscaron lo que había arrojado, vieron en el piso un objeto del tamaño de una moneda grande: era una estrellita de cinco puntas, roja, con los vértices negros. Hicieron todas las maniobras de resucitación, y al descubrirle el pecho, notaron una marca, como de una pezuña hendida, cerca del esternón. El esfuerzo fue vano. Falleció. Y a medida que avanzaban los minutos, la inquietante marca fue desapareciendo, al igual que la rara coloración de la piel y dientes. Tanto doctores como enfermeras quedaron tan choqueados, que dudan lo que pasó. Solo el testimonio grabado en la cámara da fe de lo ocurrido. Lamentablemente, los otros cinco adolescentes pasaron por trances muy similares antes de morir. Todo quedó documentado, pero la causa de los decesos es dudosa. Como sobrevino, supuestamente luego de la detección de la misteriosa droga, se supuso intoxicación con sustancias de origen desconocido. En el terreno serrano, se procedió a arrancar de raíz las plantas, y almacenarlas para un estudio posterior. Los obreros encargados del trabajo, supervisados por la policía, afirman, consternados, que sentían gritos horrendos en su cabeza cada vez que removían de la tierra las exóticas matas, y con mucho asco, corroboraron que, bajo las raíces, bullían gordísimos gusanos, y el terreno olía a podrido. Lo percibieron, quizá también en su mente, ya que contaban con equipos de protección, que les cubría boca y nariz. Muchos terminaron descompuestos, con náuseas y dolor de cabeza por varios días. Se especula que la plantación era un experimento clandestino, con alguna alteración genética en los vegetales, para introducir en el mercado una nueva droga. Otras personas afirman que las plantas fueron sembradas por adoradores de Satán, y tocadas por su mano maldita. Nadie ha confirmado, hasta ahora, o desmentido nada. El comisario me obsequió una de las estrellas vomitadas por los pobre muchachos fallecidos, a los que me tocaría despedir, no bien los forenses terminaran de analizar las autopsias. Debo confesar que, cuando vi el objeto, por unos segundos visualicé un horrible y pequeño lagarto de dos cabezas. Lo puse en un recipiente de vidrio, en los estantes de mi colección, bien alejado, porque emana una desagradable electricidad que produce un desasosiego inexplicable. Si tienen valor, pueden venir a ver la estrella. Si no se animan, los entenderé. De todos modos, los espero en La Morgue, para seguir contándoles mis historias. Sueñen bonito… Edgard, el coleccionista @NMarmor