miércoles, 9 de septiembre de 2020

LA TUMBA

La tumba Mauricio Alberto Marci, tristemente famoso asesino serial pedófilo, fue dado por muerto al encontrarse su coche carbonizado, estrellado contra un árbol. La patente, que había volado, permitió reconocer el auto, pero el grado de deterioro del vehículo, no dio lugar a identificar ningún cuerpo. Un pariente lejano, para limpiar el honor de la familia, organizó un entierro simbólico en un cementerio casi abandonado. Nadie asistió a la ceremonia. Extrañamente, todos los domingos, Dora, llevaba una cajita y una pala. Removía la tierra, y dejaba allí la pequeña caja. Sonreía con tristeza, y se retiraba. Dora era enfermera. Cuando llegaba a casa, bajaba al sótano. Estaba decorado con fotos de pequeños. En la pared central, un póster con la imagen de una bella niña de diez años. Frente a ese muro, Mauricio se hallaba encadenado, lleno de vendajes y cicatrices en todo el cuerpo. Le faltaban todos los dedos de las manos y los pies, la nariz, y el labio inferior, por lo que se le escurría la saliva. También le había sido extirpada la lengua. -Hola, Mauricio. Vengo de dejar en tu tumba un pedacito más. Ten paciencia. De a poco, la iremos completando. Mauricio solo emitía sonidos guturales, mientras manaban lágrimas de sus ojos desorbitados. -Son muy tristes las tumbas vacías. Lo remediaremos. Tu llenaste tantas tumbas…Tienes en primer plano a mi Roxi. Y en las otras fotos, todos los demás niños que mataste. Está bien que llores. Todos los padres lloramos mucho, cuando encontraron a nuestros hijos violados y asesinados. Pero, al menos pudimos enterrarlos. Y visitar su última morada. A ti no te visita nadie. Porque no hay cuerpo. Es injusto, lo sé. Trabajo mucho para remediarlo. Creo que esta semana será un ojo. Sí, me parece acertado. Cuando esté completa tu tumba, te visitarán…