domingo, 31 de enero de 2021

#viernesnarrativo46 -CIUDADANO PRODUCTIVO

#viernesnarrativo46 CIUDANO PRODUCTIVO Solo faltaba un mes para que impactara el asteroide que contaminaría la atmósfera terrestre. Yo esperaba ya medio loco el mail con mi lugar de reasignación dentro del complejo subterráneo donde supuestamente la humanidad comenzaría nuevamente. Debo haberme puesto lívido al leer, muerto de ansiedad, que me denegaban un puesto en las instalaciones por no cumplir los puntos básicos solicitados como ciudadano productivo. De la palidez, pasé al rojo de la furia, y estampé con rabia el lapicero que descansaba en mi escritorio, entre latas vacías de cerveza. Enseguida me puse en cuatro patas, y lo rescaté del suelo mugriento: tenía cuatro porros guardados en el fondo. Me decían que no había pasado la prueba del alcoholímetro, de mi afición a los pasatiempos peligrosos, mis estudios incompletos, mi falta de empleo estable, y el poco empeño que ponía en conseguirlo. ¡Era para deschavetarse! ¡Yo era un comerciante! El mayor distribuidor de merca de la zona. Pero eso no lo pude poner en el cuestionario, en la sección laboral. ¡Si estos idiotas supieran los huevos y la actitud que hay que tener para vender falopa en la zona más peligrosa de la ciudad! Un solo error, y algún transa de mal humor te daba un curso acelerado de resiliencia, obligándote a recomenzar tu próxima jornada con un ojo o unos cuantos dedos menos. En el escenario berlanguiano de las calles del barrio, ahora casi desierto, había demostrado creatividad, destreza, astucia y sangre fría para sobrevivir a la miseria y el salvajismo que acechaba como una sombra oculta en cada esquina. Podía darle clases a esos burócratas de mierda sobre lo que se necesita para reiniciar una civilización, sin sus prolijos ítems, con su guion y asterisco clasificador de cada tema que me excluía de la vida. Este coroto de letras redactadas por un pecho frío sin roce con el mundo real, me quería convencer de que no era digno de respirar oxígeno, de esparcir mis genes, de continuar mi historia… Me tiré en la cama desecha, con las sábanas inmundamente sucias (olían a vómito reseco) imaginando, mientras la resaca me taladraba el cerebro, mi último mes de vida, y cómo sería perecer asfixiado, los pulmones colapsados, mientras los nenes bien a quienes le vendía las dosis de olvido y felicidad, respirarían hondo, preparándose para la reconstrucción de los nuevos esquemas sociales dentro de los túneles seguros y bien abastecidos bajo la tierra. En mi listado de clientes tenía una lista innumerable de gente que calificaba para la vida que me era negada: médicos, abogados, periodistas, curas, artistas… Podría escribir un reporte completo de mis prestigiosos consumidores, de toda la injusticia y corrupción en este barrio al que solo los privilegiados acudían a buscar sus gustitos ilegales. Al menos, sería una buena forma de pasar el tiempo sin volverme absolutamente loco. Primero tenía que despejarme la cabeza de la mezcla de vodka y cerveza con que me había bombardeado esperando ese mail de mierda que ahora me daba mi ultimátum. Pensé en fumarme un porrito para aclararme las ideas, pero no, no era un buen comienzo para un escritor. ¿Qué sería lo adecuado? ¿Café?