jueves, 3 de diciembre de 2020

EDAS, EL MAESTRO

EDAS, EL MAESTRO -Buenas tardes, sabio maestro. ¡Gracias por recibirme! -Hijo mío: mientras pagues la consulta, mis puertas están abiertas para ti. Cuéntame cuál es el motivo de tu visita. -Verá, señor Edas: estoy en una edad en la que me planteo los innumerables errores cometidos en mi vida. He pecado de todas las formas posibles. Ofendí y defraudé a mis seres queridos. Me entrego a cuantos vicios encuentro a mi alcance, confundiendo a aquellos que me idolatran por mis triunfos del pasado Uso mi fama y fortuna para acallar sus quejas y reproches hacia mi nefasta conducta. Temo el repudio a mi memoria cuando ya no esté en este mundo. Eso mortifica mi orgullo. -Mi estimado amigo: estas son tierras donde el culto a la muerte supera absolutamente todo lo que puedas haber hecho mal en tu devenir terrenal. Cuando ya no estés aquí en espíritu, quedará tu cadáver. La gente se colmará de gozo con el placer de llorar en tu funeral. Aun los que te critican ahora, derramarán desgarradoras lágrimas sobre tu cuerpo frío. Y si tu muerte, por lo que me cuentas, no permite mostrar restos presentables, y deben despedirte a cajón cerrado, el morbo logrará que algunos arriesguen su pellejo para conseguir una foto de tu cerúleo rostro, antes de que se lo coman los gusanos, con mediáticas repercusiones a tu favor. Elaborará miles de teorías sobre tu deceso. Recopilarán imágenes conmovedoras de tus momentos de gloria, para venerarte, así hayas fallecido en medio de una orgía depravada. Se sonreirán alabando lo pícaro que eras, lo gracioso, ocurrente. Lo bien que disfrutabas de la vida, mientras pasan un pañuelo por sus ojos. Olvidarán los hijos que no quisiste reconocer y despreciaste abominablemente. Ellos mismos ensalzarán tu recuerdo mientras solicitan la exhumación para conseguir el ADN que les permita su parte de herencia, mientras todos, conmovidos, aplaudirán nuevamente tu paso por la tierra, como un gran benefactor. La gente delirará extasiada, pensando en tu cadáver, en la putrefacción que lo degrada, dándole dotes de santidad a tu existencia. Los gases que revienten las pústulas enmohecidas serán la aureola de luz eterna que te rodeará. Porque no estarán a la vista de nadie, pero sí en el inconsciente necrófilo de este pueblo maravilloso. Fíjate: mueren como moscas, diariamente, médicos, enfermeros, científicos, personas que consagraron su vida al bien del prójimo. ¿Crees que alguien les rendirá los honores que tendrás tú, que brindaste unos efímeros momentos de alegría al populacho? Pues no. Ellos son anónimos. No importa lo que hayan estudiado, ni las horas que sacrificaron en pos de la humanidad. Solo vale la sensación de triunfo y poder que supiste transmitir sabiamente, para lavar sus frustraciones, limitaciones, errores. Todos necesitan un héroe débil, que incurra en todos los pecados, que manche los principios más sagrados, para sentirse identificados con sus victorias. Anhelan saber que pueden endiosar seres con defectos similares a los propios, pero con la posibilidad de taparlos con algún éxito que emocione sus vulgares corazones amarillistas. Así que, amigo mío, no temas por tu prestigio más allá de la muerte. Recuerda que se multiplicará hasta el infinito, y que estarás en las oraciones de los que confunden talento con gloria celestial, por la mediocridad gris que los rodea. No dejes de disfrutar tus vicios y caprichos, ni de ofender gratuitamente a quien se deje. Los mismos a quienes escupas, loarán el barro inmundo donde te revuelques. Goza, y prepárate para saber que cambiarán el nombre de monumentos y edificios públicos, desplazando al de los próceres fundadores de la patria, por el tuyo. -¡Sabio maestro! Tus palabras me llenan de alivio y satisfacción. ¿Puedo tenerte entre el séquito que me acompaña en mis andanzas? ¿Me brindarías ese honor? -Habla de costos con mi secretaria, y cuenta conmigo. Solo por la admiración que te profeso, será a un precio especial…