domingo, 3 de enero de 2021

|#MiDeseoOscuro @M4627C

|#MiDeseoOscuro @M4627C El insomnio arañaba mi cerebro encarcelado al lado de tu cuerpo dormido. Demasiado tibio. Demasiado vivo. No podía dejar de imaginarte con el lunar relumbrar de palidez cerúlea con que te quería. Pero tu piel tenía el tinte de la sangre pujante que te transcurría, tan terca, haciéndote vulgar y mundano. Aburrido y frustrante. Te removías en sueños, y yo quería verte quieto, envuelto en eternidad, pétreo y helado, con el perfume íntimo de las flores marchitas, de la carne que pierde su entidad celular, y es invadida por un microcosmos de seres que degradan y transforman. Que devoran. Mi deseo oscuro era tenderte en una cama roja y negra, rodeado de velas, desnudo y azulado con el tinte de la muerte. Morderte los labios silenciosos, sellando un secreto sideral de lo que nunca se dijo, de lo que no es tan banal para ser expresado con simples palabras, que siempre enlodaron nuestra relación. Dibujar tu contorno, trazo por trazo, con mis dedos ebrios de frialdad, en tu cuerpo transmutado en promesa de cambio, de sombras que acallan los temores cotidianos de choques, violencia, brutalidad. Y subiría sobre vos sin el odioso latido de tu terco corazón artero, manipulador, consiguiendo el milagro de despertar tu sexo, que no podrías usar para dañarme, para humillarme. Me empalaría en él, siendo tu dueña, tu ama, tu guía entre este mundo de dolor, y el abismo del placentero olvido de ultratumba. Te tomaría de forma dulce y salvaje. No tendría que pensar en el mañana. No habría reproches, insultos o golpes. No serías vos, realmente, sino el tierno ángel que dibujé en mis anhelos al conocerte, y que se deshojó en los vientos de la realidad hambrienta de penas y decepciones con la que te tuve tantos años. Y faltaba ya poco para el amanecer. No lograba desprenderme de mi ensoñación desbordada, libre de las cadenas de la luz de la mañana. Por una vez en mi vida tomé una decisión que trascendía la espera inútil, la fantasía, lo irreal. Me levanté silenciosamente, y en la cocina encontré el cuchillito filoso que te reservabas para los asados con amigos, por el que levantabas la voz si yo lo usaba en otra cosa que no fuera tu orgía de carne bruta. De carne muerta para agasajar ejemplares chatos y vacíos como vos. No te defraudaría. Te haría con él los honores. Pasarías a ser un semidiós, un altar donde quemar el incienso de mi deseo oscuro, cincelado por la cruel gota con la que horadaste mi alma fragmentada, confusa, maltrecha, minuto a minuto. Día tras día. Y te observé respirar, por última vez…

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