viernes, 30 de julio de 2021

#ViernesNarrativo72 Cuestión de sangre

#ViernesNarrativo72 Cuestión de sangre El cartero me sorprendió, trayendo a mi alejada casita de las sierras una citación. Todavía resoplaba, el hombre, por la empinada subida que había tenido que escalar, cuando cerré la puerta prácticamente en sus narices, antes de que me preguntara sobre el contenido de mi correo. En la pequeña comunidad, todos nos conocíamos. Abrí el sobre. Era del abogado del tío Adrián. Nos citaba a los herederos, para el reparto de bienes. Releí la nota con escepticismo. El tío no había tenido hijos, y de todos sus sobrinos, yo era considerado la oveja negra de la familia. De mis hermanos y primos, era el único que había elegido renunciar a la alta sociedad, e irme a vivir al culo del mundo, ganándome la vida como artesano, pese a ser profesional como ellos. Era una interrogación indignada para la aristocrática vanidad de mis consanguíneos. Un hippie mugriento, mancha deshonrosa para la familia. Con un suspiro, me alisté para viajar a la ciudad. No tenía ganas de ver esas caras reprobatorias, pero mi curiosidad podía más. Llegué al estudio del abogado de cinco apellidos diez minutos antes de la hora acordada, pero ya estaban todos, que no se privaron de mirarme de arriba abajo, con desdén, después de saludarme fríamente. Mis hermanitos, de saco y corbata, al igual que mis primos, y las chicas, con su ropa de diseño, creada para sus cuerpos exhaustos de operaciones, intentando vencer al paso de los años. Todas teñidas de rubio, bronceadas, y más allá del parecido familiar, estaba la similitud de un mismo cirujano y Botox. Obviamente, mi campera de jean, buzo de rock, pantalones rolingas y zapatillas, eran una ofensa a su impecable estética. Por no hablar de mi pelo largo. Al menos, estaba más sano que el de las oxigenadas, y aún no tenía las venerables peladitas de los primos. El vetusto letrado comenzó con la lectura del testamento. Todos tenían una mirada febril, de una efervescencia casi gaseosa, esperando el cantar de la fortuna para pagar las deudas generadas por el buen vivir burgués, y seguir ofreciendo adquisiciones costosas al supremo altar de las redes sociales. Sin darse cuenta, estiraban los cuellos, como jirafas tratando de alcanzar una fronda demasiado alta. _...les dejo a mis sobrinos, a excepción de Dardo, los libros de mi hermosa biblioteca… En ese punto, se les contorsionaron las caras al unísono. _...y la integridad de mis depósitos bancarios, acciones y propiedades a Dardo Olivera Hernández, con el criterio de que, habiendo tenido las mismas oportunidades que sus hermanos y primos, fue el único con sentido común para ser feliz, más allá de las exigencias familiares y sociales, además de demostrar empatía y solidaridad con el prójimo. Yo no lo tuve en su momento, y me da mucho gusto saber que al menos una persona de mi misma sangre, valora sus principios personales, más allá del qué dirán y las conveniencias. Eso es todo.” En ese punto, todos me miraron con odio asesino. _ ¿Cómo puede ser, doctor, que este infeliz se quede con todo el patrimonio del tío? _ preguntó una de mis platinadas primas. _ Posiblemente, este documento sea apelable, negociable, digamos… ¿Verdad doctor? _ La última voluntad de mi representado será respetada. Para ustedes, serán los libros de su prestigiosa colección, y el dinero, la fábrica, acciones y propiedades, pasarán a manos del caballero. _ Seguramente mi hermanito convenció de alguna forma ilegal al tío en su lecho de muerte. Obviamente se aprovechó de que el viejo ya no estaba en sus cabales. _ Miren: me están haciendo perder la paciencia. El único que se interesó por la salud de su tío, que no solo era mi cliente, sino también amigo personal, fue el señor Dardo. “Si se les ocurre querellarlo, señores y señoras, los puedo denunciar por abandono de persona. Manténganme al tanto de cuándo pasan a retirar los libros. Buenas tardes. El vetusto abogado esperó a que el último integrante de mi bella familia se retirara, y sin hacer caso a las quejas e insultos que se escucharon, me consultó: _ ¿Tiene pensado cómo va a invertir estos capitales? Yo tenía pensado retirarme al concluir mi obligación con Adrián, pero podría administrar sus bienes y asesorarlo. _ Se lo agradecería. Quiero que gestione para donar todo a instituciones benéficas… _ Pero... ¿No quiere pensarlo? Usted todavía es joven. Podría arrepentirse de desprenderse sin considerar bien todas las opciones. ¿No le agradaría viajar, o adquirir algo en especial? _ Le agradezco el consejo, doctor, pero la verdad es que tengo la vida y los bienes que deseo. _ Así parece, según el criterio de su tío. Pero puede pensar, aunque sea, en un fondo de retiro. _ Lo tengo previsto. Si aceptara quedarme con algo de la herencia, correría un riesgo muy grande, y créame, le tengo terror… _ ¿De qué riesgo me habla? _ El de parecerme, aunque sea un poco, a ellos. Que sin darme cuenta, se me pegara la estulticia, hipocresía y superficialidad. No olvide que somos de la misma sangre… _ Bueno. Déjeme su teléfono, y me ocuparé de cumplir su voluntad. _ No uso teléfono. Dígame dónde debo firmar, y listo… Posiblemente, crean que soy un idiota. Pero les juro, conociendo bien mi entorno, que no me arrepiento.

EDGARD, EL COLECCIONISTA- LA HIERBA DE SATANÁS

EDGARD, EL COLECCIONISTA LA HIERBA DE SATANÁS Mi amada Aurora, que venía de su casa en las sierras, me contó, muy alterada, que en un recodo del río, un terreno que casi conforma un islote, fue despojado de su flora nativa, y mostraba una plantación de algo parecido a la marihuana, pero con follaje extrañamente rojo y negro. Coincidiendo con esta información, el comisario Contreras hablaba de varios casos de adolescentes con brotes psicóticos, que habían causado violentos incidentes en ámbitos públicos y privados. Todos mostraban en sus análisis clínicos, la intervención de un alucinógeno muy fuerte, de origen desconocido, cuyas secuelas dejaban a los consumidores en un estado de violencia salvaje. Aullaban, mordían, babeaban una saliva rojinegra, e intentaban atacar a cualquiera con la mala suerte de cruzarse en su camino. Alertado por la información de Aurora, la policía prohibió el acceso al infausto terreno, y se tomaron muestras de las plantas, corroborando que coincidían con la droga hallada en los jóvenes afectados. Curiosamente, vista desde arriba, la plantación estaba delimitada por una estrella de cinco puntas. Las plantas de cada “punta” de la estrella, eran totalmente negras, en vez de tener el tinte rojo combinado. Lamentablemente, los chicos consumidores fallecieron de manera horrible. La filmación del monitoreo de la institución psiquiátrica mostraba al primer muchacho, fuertemente sedado, y maniatado para evitar que se hiciera daño. Comenzó a convulsionar violentamente, adoptando posiciones antinaturales, imposibles de realizar, en contra del movimiento normal de las articulaciones. Mientras los médicos le aplicaban un anticonvulsivo, y monitoreaban el anómalo ritmo cardíaco, demencialmente acelerado, el chico farfulló, con una voz infrahumana, frases en un idioma desconocido, semejante al latín, según uno de los testigos. Consternados por la potencia y gravedad del timbre vocal, observaron como la piel se le ennegrecía, mientras los dientes, que parecían crecer casi imperceptiblemente, y tomar forma aguda, se teñían de rojo. En el pandemónium de gritos y confusión, corrió una enfermera a buscar oxígeno, al interpretar una cianosis, pero se congelaron al escuchar una voz horrible, quejumbrosa y malévola que gritaba: “¡Ego te maledicam!!”. En ese punto, un temblor sacudió la sala, y el muchacho, horrendamente deformado, dobló su columna en un ángulo imposible, elevándose sobre sus manos y pies amarrados a la cama, y contorsionando su espantoso rostro. Vomitó algo, que curiosamente, cada participante del episodio lo vio de manera diferente: entre cada doctor, juraron que el chico expulsó de la boca una serpiente, una araña, un murciélago, un escorpión, una sanguijuela. Así mismo, las enfermeras tienen interpretaciones variopintas de lo que lograron captar. Pero nadie, hasta que se calmó, pudo ver lo mismo. Luego del aberrante suceso, el joven dejó de respirar. Cuando buscaron lo que había arrojado, vieron en el piso un objeto del tamaño de una moneda grande: era una estrellita de cinco puntas, roja, con los vértices negros. Hicieron todas las maniobras de resucitación, y al descubrirle el pecho, notaron una marca, como de una pezuña hendida, cerca del esternón. El esfuerzo fue vano. Falleció. Y a medida que avanzaban los minutos, la inquietante marca fue desapareciendo, al igual que la rara coloración de la piel y dientes. Tanto doctores como enfermeras quedaron tan choqueados, que dudan lo que pasó. Solo el testimonio grabado en la cámara da fe de lo ocurrido. Lamentablemente, los otros cinco adolescentes pasaron por trances muy similares antes de morir. Todo quedó documentado, pero la causa de los decesos es dudosa. Como sobrevino, supuestamente luego de la detección de la misteriosa droga, se supuso intoxicación con sustancias de origen desconocido. En el terreno serrano, se procedió a arrancar de raíz las plantas, y almacenarlas para un estudio posterior. Los obreros encargados del trabajo, supervisados por la policía, afirman, consternados, que sentían gritos horrendos en su cabeza cada vez que removían de la tierra las exóticas matas, y con mucho asco, corroboraron que, bajo las raíces, bullían gordísimos gusanos, y el terreno olía a podrido. Lo percibieron, quizá también en su mente, ya que contaban con equipos de protección, que les cubría boca y nariz. Muchos terminaron descompuestos, con náuseas y dolor de cabeza por varios días. Se especula que la plantación era un experimento clandestino, con alguna alteración genética en los vegetales, para introducir en el mercado una nueva droga. Otras personas afirman que las plantas fueron sembradas por adoradores de Satán, y tocadas por su mano maldita. Nadie ha confirmado, hasta ahora, o desmentido nada. El comisario me obsequió una de las estrellas vomitadas por los pobre muchachos fallecidos, a los que me tocaría despedir, no bien los forenses terminaran de analizar las autopsias. Debo confesar que, cuando vi el objeto, por unos segundos visualicé un horrible y pequeño lagarto de dos cabezas. Lo puse en un recipiente de vidrio, en los estantes de mi colección, bien alejado, porque emana una desagradable electricidad que produce un desasosiego inexplicable. Si tienen valor, pueden venir a ver la estrella. Si no se animan, los entenderé. De todos modos, los espero en La Morgue, para seguir contándoles mis historias. Sueñen bonito… Edgard, el coleccionista @NMarmor

viernes, 23 de julio de 2021

EDGARD, EL COLECCIONISTA- LA GARRAPATA

Elvira vino a pautar los trámites del velatorio de su esposo. Gonzalo, antes de fallecer, estuvo meses en coma. Antes de caer en ese estado, por un ACV, martirizó a su mujer con un control asfixiante y opresivo durante años. Elvira no podía tener amistades, ni visitar sin él a sus parientes. Su ropa era supervisada meticulosamente, sus compras contabilizadas centavo a centavo. No le permitía tener redes sociales en el móvil, el cual era revisado aleatoriamente, cuando lo requería. Sus salidas para hacer las compras de la casa se transformaron en una tortura: debía cumplir un horario, más allá de las demoras que no estaban en sus manos. Todo comenzó cuando recién se casaron. Elvira era maestra. Manejaba su dinero, y amaba su trabajo. Gonzalo la convenció de abandonar su carrera docente, para hacerse cargo del hogar a tiempo completo, por un tiempo, al menos. Le dijo que no quería verla agobiada, y que él trabajaría por los dos. Se entusiasmó en principio con la idea, porque planificaba tener un hijo. Pero nada de lo que soñaba se concretó. Gonzalo le dijo que no era momento de agrandar la familia. Lo sería cuando lo ascendieran en su trabajo. Él mismo le alcanzaba los anticonceptivos, y la instaba a tomarlos delante de él. Luego llegó en forma sutil y progresiva una vorágine de maltrato psicológico y físico que ella normalizó, al estar prácticamente aislada, y tener como única voz a Gonzalo. Si la casa no brillaba como un espejo, si la comida no estaba lista en determinado horario, si era detectada hablando con alguna vecina mientras hacía las compras, recibía un odioso sermón, donde se le recordaba que era una inútil, que jamás tendría un niño con una esposa tan haragana, que nunca podría llegar a ser una buena madre. Que se mirara al espejo: nadie, excepto él, querría a una mujer tan desprolija, dejada y torpe. Lo escuchó tantas veces, que lo creyó. Cuando se sintió absolutamente abrumada, comenzó a añorar su tarea como maestra: recordaba esa época como un período feliz en su vida. Quizá volviendo a tener independencia económica, su esposo la miraría de otro modo. Pero, por el contrario, plantearle su anhelo a Gonzalo trajo una etapa horrible: comenzaron los golpes. La acusó de querer salir de la casa para buscar una amante. Cualquier fallo en el estricto cronograma de tareas y horarios impuestos generaba crueles golpizas. Más de una vez debía salir a la calle con anteojos oscuros para ocultar sus ojos morados e hinchados, y sacos en pleno verano, para que no se le notaran las huellas de las manos de su esposo marcadas en sus delgados brazos. Fue durante una sesión de esas torturas cotidianas, que Gonzalo cayó al suelo inconsciente. Elvira, horrorizada, se sintió incluso culpable del estado de su torturador, y llamó a una ambulancia. Aunque Gonzalo no tenía actividad cerebral, Elvira no estuvo de acuerdo con quitarle los sostenes vitales. En su alienación por tanto tiempo de maltrato, se creía responsable de prolongar la vida de su nefasto esposo. Sin ingresos económicos, pidió urgente un cargo, y lo obtuvo de inmediato, ya que había sido siempre una excelente maestra. No bien se reintegró al trabajo, dividiendo su tiempo entre el hospital, la escuela y la casa, comenzó a sentir un malestar espantoso. Era un peso que agobiaba su espalda con un dolor horrendo, y le dificultaba respirar bien. Además, tenía la cabeza siempre a punto de estallar. Pese a que su condición empeoraba día a día, y que se desmayó en dos ocasiones en el aula, con voluntad sobrehumana prosiguió con su tarea docente. No bien entró a verme a mi oficina, Tristán, mi querido colaborador, me hizo un gesto con el rostro: él había visto lo mismo que yo. Elvira tenía pegada en su espalda y parte posterior del cráneo una enorme y repulsiva garrapata, con un malvado rostro humano. Gonzalo prefirió usar su energía espiritual antes de partir para mortificar a su esposa, tomando esa horrenda forma, solo perceptible para quienes tenemos el don, y se alimentaba del dolor y la aflicción de Elvira, que llevaba meses sufriendo ese peso siniestro, sin que los médicos supieran explicar la causa de su malestar. Cuando Elvira me contó su historia, la abominación que cargaba sin saberlo, estaba en su máximo esplendor: hinchada casi a reventar, con asquerosas pústulas de las que manaba un repulsivo líquido verdoso. Pero nada era tan deleznable que el rostro malvado de Gonzalo, expresando el placer odioso de chupar la energía vital de su esposa. _ Señora Elvira. ¿Confiaría en mí si le digo que podríamos aliviar sus molestias? _ Por supuesto. Me han hablado mucho de usted, Edgard. Pero no comprendo cómo, teniendo en cuenta su oficio, podría ayudarme… ¡Perdón, no quiero ser grosera! Me dio mucha pena. La pobre mujer se sentía mal por todo lo que decía y hacía, fruto del maltrato desalmado que había recibido por años. _ No tiene por qué pedir perdón. ¿Me creería si le dijera que de una forma extraña Gonzalo la está dañando ahora mismo? _ ¡Ay, Edgard! He sentido eso desde que retomé mi carrera docente, pero pensé que era un castigo por desobedecer a mi marido, y que estaba loca…. Mientras hablábamos, el rostro de la inmunda garrapata se retorcía de odio, y le infligía más dolor a su mujer. _ Sé que está sufriendo en este mismo momento. Permítanos, a Tristán y a mí intentar liberarla del dolor. _ ¡Por supuesto! Tristán se alineó conmigo. Impusimos las manos ante Elvira, sentada ante nosotros. El espantoso parásito la mortificó, extrayendo su energía, y la pobre se desmayó. Cuidando de que no se cayera de la silla, tratamos de emitir nuestro don hacia la horrenda cosa mutante pegada a Elvira. _ ¡Asquerosa abominación, deja en paz a esta persona, y elévate hacia la luz! La respuesta fue un gesto de furia cargado de desprecio, y el cuerpo de la garrapata creció, hinchándose de una forma horrorosa, con las pústulas hediondas manando su inmundo líquido, que quemaba lo que tocaba como ácido. Entonces, nos miramos con Tristán, y asentimos. Obramos como si el ´´bicho´´ fuera físico. Pese a nuestra repugnancia, apretamos abrazando con fuerza el horroroso bulto del cuerpo. La baba verde nos quemaba al resbalar sobre nosotros, y la cara de Gonzalo, además de odio, mostraba miedo y dolor. Con un esfuerzo tremendo, hicimos estallar al ente. Se fue ´´desinflando´´ hasta empequeñecerse, soltándose de la espalda agobiada de Elvira. Cuando cayó al suelo, con el tamaño de una nuez, lo levanté asqueado, al comprobar la minúscula cara de Gonzalo, enferma de odio y furia. Tristán me alcanzó un frasco. Allí se quedará, en los estantes de mis piezas de colección, hasta que abandone sus emociones dañinas, y logre trascender. Al despertarse Elvira, y sentirse libre del macabro peso que la aplastó durante meses, lloró de alivio y agradecimiento. Una vez terminado el velatorio y entierro del malévolo Gonzalo, podrá hacer una vida normal. Pueden asistir ustedes también, si lo desean, y ver de paso la asquerosa garrapata con rostro humano apresada en un frasco. Tratemos siempre de estar atentos a esos parásitos malsanos que descargan su violencia contra sus parejas, aislándolas y torturándolas. Ser indiferente ante estos casos, es ser cómplices también. Ya están invitados nuevamente a La Morgue. De todos modos, sé que en algún momento pasarán por aquí… Edgard, el coleccionista @NMarmor

viernes, 16 de julio de 2021

EDGARD, EL COLECCIONISTA - LAS ALMAS GEMELAS

Vino a visitarme el comisario Contreras, más pálido y ojeroso que de costumbre. Aunque el motivo formal de su presencia era para darme aviso de dos cuerpos que traería la morgue judicial en breve, en realidad, deseaba contarme la historia que había tras ellos. Días antes, Amira, una mujer madura muy hermosa, con cara de agotamiento, llegó a la comisaría para denunciar un crimen que había cometido. ´´_ Maté a mi esposo y a su amante, señor comisario. Si me da un tiempo, quiero dejar en claro que lo hice por cansancio espiritual ante las mentiras y el abuso de confianza de mi marido. No fue la infidelidad el móvil. ´´César me había engañado reiteradas veces, arguyendo que su interacción carnal con otras personas no interfería en nuestra relación, ya que yo era la única depositaria de su amor. Le planteé, entonces, que con ese argumento, yo tenía también derecho a acostarme con otros hombres. Me contestó que no: yo en él, decía, había hallado mi alma gemela, anhelo espiritual que iba más allá del amor. ´´Para ilustrarme sus disparates, citó a Platón, y a los seres duales que fueron separados, y de allí la búsqueda constante de encontrar a la ´mitad perdida´, mezclando las ideas del filósofo con el famoso ´hilo rojo´ que nos une con una persona en particular. ´´Y él, aunque me amaba hasta la adoración, no tenía completa esa parte espiritual faltante. Sus infidelidades eran, en realidad, una angustiosa e incesante búsqueda existencial para nivelar la energía cósmica que confluía en su persona incompleta. ´´Quizá por estúpida, o por quererlo demasiado, aguanté la humillación de ser una cornuda consciente, con cuernos filosóficos, pero cuernos al fin. Pero todo tiene un límite. El mío fue encontrar a César con mi propia madre en la cama. ´´Mamá era la primera en aconsejarme que le tuviera paciencia y comprensión a mi marido, que era terrible quedarse tan sola como ella, que abnegadamente renunció a conocer otros hombres después de enviudar, para dedicarse a mi crianza. ´´Siempre que me lo repetía, yo sentía hasta culpa de haber nacido y frustrarle la vida. ´´Será por eso que al verlos desnudos en mi propia cama, colapsé. ´´Tomé el palo de jockey, (deporte que adoraba, y abandoné instada por César), que había dejado tras la puerta, con la ilusión de retomarlo algún día, y con una fuerza que ni yo misma sabía que tenía, le pegué en la cabeza a ambos, pasados unos segundos, entre el asombro y el espanto. ´´Como quedaron inconscientes por el impacto, pensé en principio que estaban muertos. Hubiera sido lo mejor. Solo se encontraban desmayados. ´´En ese punto, mi mente se puso en modo automático: lo que recuerdo es como un sueño. O más bien una pesadilla. ´´Los até a ambos, espalda con espalda, y los amordacé. ´´Cuando salieron de su sopor, les dije que por fin habían encontrado a sus almas gemelas, y que podían empezar a celebrar, porque yo los uniría, como en el relato de los seres duales de Platón. Y que, de paso, intermediaría el hilo rojo del destino, que tan a menudo nombraba César en sus elocuentes monólogos de instrucción a mi ignorancia espiritual. Así que tomé una aguja de tapicería, curva, y una lana fina, pero muy resistente, y los cosí por la espalda, ignorando los aullidos de dolor amortiguados por las tiras de trapo que obstruían sus bocas mentirosas, errando algunas puntadas por la viscosa y cálida sangre que hacía mi trabajo difícil y resbaloso. ´´Quedó bastante prolija la costura, pese a las dificultades con mi material de trabajo. ´´Me tocaba darles el toque final: César me había hablado de la energía de un nirvana ardiente y placentero ante el encuentro del alma gemela. ´´Decidí recrearlo para completar mi obra. Bañé con combustible a la pareja reencontrada, que se retorcía de dolor y desesperación, y le arrojé un fósforo encendido. ´´Les di la espalda, tomé mi cartera, y me llegué hasta la comisaría. ´´Eso es todo lo que tengo para contar. El comisario, en ese punto, tragó saliva, relatando que Amira se desmayó, y que estaba ingresada en un centro de salud mental. Los efectivos policiales se llegaron a la vivienda del siniestro, corroborando un dato muy curioso: si bien el fuego había mutilado horriblemente a los cuerpos, no encendió ningún elemento de la vivienda, ni siquiera la ropa de cama, sumamente inflamable, donde Amira los había martirizado. Pero lo más sorprendente, y que no tiene explicación lógica, es que el hilo rojo no se quemó. Así que, terminadas las pericias forenses, el comisario, asombrado de que lo sacaran intacto de los cuerpos, lo retuvo, y me lo trajo, junto a la aguja enorme y curva que usó Amira para coser a los infieles. Los tengo ahora en una bandejita de plata, en los estantes de la colección. Cada tanto, comienza a sangrar y brillar, con una enfermiza luz escarlata. Pueden venir a verlo, acercándose a La Morgue, junto a las demás piezas, cada una con su particular historia. Quedan invitados. Y una cosa más: vaya a saber por qué, ya no hay infidelidades en el pueblo, ni se mencionan almas gemelas, ni hilos rojos del destino… Edgard, el coleccionista @NMarmor

jueves, 8 de julio de 2021

EDGARD, EL COLECCIONISTA - EL MONSTRUO DE HUMO

EDGARD, EL COLECCIONISTA EL MONSTRUO DE HUMO Recibí un correo de un colega de un pueblo vecino, donde una corporación instaló crematorios en las afueras, cerca de un asentamiento de gente de muy escasos recursos. Aldo me contaba que para despejar unos valiosos terrenos donde había un viejo cementerio, estaban desenterrando tumbas alocadamente, cremando los restos, para dejar el espacio disponible para construir allí un complejo habitacional. La población estaba indignada. En ese camposanto yacían restos de los ancestros de casi todos los habitantes, y las personas cercanas al crematorio padecían un aire cargado de hollín, que se pegaba hasta en los pulmones, generando malestares físicos y la repulsión de estar respirando aire cargado del humo de innumerables cuerpos cremados. No demostraban el mínimo respeto hacia los restos, que eran tratados como basura. Pese a que cada lápida indicaba su ocupante, palas mecánicas revolvían pedazos putrefactos de cuerpos agusanados, desmembrándolos, y mezclando sus huesos antes de despedazarlos, y meterlos en contenedores destinados al crematorio. Pero lo curioso ocurrió la tarde anterior, antes de desatarse una tormenta. En el cielo gris, el hollín que flotaba en el aire insano, formó una figura cuasi humana, con rasgos monstruosos. Cuando abrió su boca con dientes de humo negro, un trueno estalló, y un relámpago salió por ella como un grito de furia, seguido por un rayo, que pareció escupido por la silueta. Impactó en el crematorio, causando un derrumbe que aplastó a varios trabajadores. El resto se negó a seguir operando los hornos, causando la ira de los empresarios, a quienes les urgía desocupar el añoso y súper poblado cementerio para construir el millonario emprendimiento. Ante los reclamos de los operarios, la patronal reaccionó enviando una guardia privada de matones, que, a fuerza de violencia, obligó a los pobres hombres a seguir su amarga labor. Un grupo rebelde salió fuera del predio, y comenzó a pelear con palos y piedras con los represores. De un auto de lujo bajó el ideólogo del proyecto, hombre vinculado a la política, y con un megáfono, amenazó a los díscolos con tomar represalias contra los familiares si no acataban las órdenes dictadas. En ese momento, estalló un trueno extraño, ya que parecía un grito infrahumano. Todo el mundo levantó la vista al cielo, horrorizándose al ver el monstruo de hollín, encendidos sus ojos con un fuego iracundo. La criatura pareció fijar su irreal mirada ardiente en el líder abusivo, y con un bramido envuelto en el furor de la tormenta, le envió un rayo que lo atravesó, fulminándolo en el acto. La muchedumbre de ambos bandos quedó paralizada, atónita al observar cómo estallaba una lluvia furibunda, negra de hollín, bañándolos del inmundo tizne de las cenizas mojadas de cadáveres quemados. Me preguntó Aldo qué opinaba yo de la naturaleza del fenómeno, captado y viralizado. Él en particular, estaba atónito. Creo que el dolor, el odio, la injusticia, se materializaron con energías que corporizaron ese ente, voz de los muertos y los vivos sufrientes. Un grito primigenio de la tierra, si se quiere. Cuando terminé de analizar el caso, llegó un mensajero con un pequeño paquete que me enviaba Aldo: contenía un sobre con el extraño hollín que se desprendió del monstruo de humo. Al tocarla, me sobresalté sintiendo una desagradable electricidad y desasosiego, con la imagen del ente al cerrar unos segundos los ojos. Pude visualizar brevemente el fuego en la mirada de la criatura. Me dio la sensación de que su enojo no estaba calmado. Y no creo que se aplaque hasta que cesen los negociados en los que se involucran el feroz materialismo y consumismo por sobre la espiritualidad, y el recuerdo amoroso de los seres queridos. Las hábiles manos de Tristán, mi ayudante y amigo, tallaron un pequeño ataúd donde guardé las cenizas vibrantes de ondas inquietas, intranquilas, para que descansen en las estanterías de mi colección. Más allá de los rituales que rodean a la muerte, se debe valorar con respeto los recuerdos que guardamos de quienes partieron. Demasiado triste es despedir a los seres queridos, como para ver violar sus lugares de descanso en manos de despiadados buitres sin escrúpulos. Si se acercan a visitarme a La Morgue, podrán ver el féretro en miniatura vibrar sobre su estante, como si dentro de él se desatara una tormenta, en donde la primitiva fuerza del amor se enfrenta al materialismo despiadado. Los espero, como siempre. Edgard, el coleccionista @NMarmor

sábado, 3 de julio de 2021

#findesemanadeletras #sábadoparca EL MOMENTO JUSTO

#findesemanadeletras #sábadoparca El momento justo Salí, como hago habitualmente cuando tengo insomnio, a patear las calles del barrio. A la madrugada, es un mundo diferente. Hay unos pocos charcos de luz, de los faroles que vaya a saber por qué no destruyeron los pibes que los usan de tiro al blanco, bajo la impávida mirada de adultos que los ignoran, con la sapiencia de la infinita crueldad que pueden atesorar chicos tan jovencitos. Tuve la maldita idea de sacar cuentas sobre la plata que debo. Las matemáticas no fallan: no tengo forma de pagar. Yo lo sabía, pero la confirmación, gritando desde la tinta sobre el papel blanco del cuaderno, me impidió conciliar el sueño, ese paraíso cada vez más esquivo. Ya no me hacían efecto las pastillas que antes me rescataban de la realidad. No existen diazepinas o bensodiazepinas que me duerman, sin importar la dosis. Y el alcohol, aparte de enfermarme, me despabila en un estado de imbecilidad ebria que detesto. Absorto en mis malsanos pensamientos, estaba por cruzar la calle sin mirar. De no ser por una fuerza brutal que me tomó del cuello de la campera cerrada, y me arrastró fuera de la calle, el auto que pasó como un bólido me hubiera atropellado con seguridad. Con el corazón latiéndome hasta en los oídos, me di vuelta para ver a mi salvador. Me topo con un tipo mal afeitado, demacrado, vestido de negro, con una gorra encasquetada sosteniéndole en orden un pelo larguísimo, negro y plateado. _ ¡Mil gracias! Si no me pegás ese tirón, esta no la contaba… _ Lo que pasa, Alfredo, que este no era tu momento. _ ¿Nos conocemos? No te recuerdo… _ Te va a sonar raro, pero soy tu ángel de la guarda. _ ¡No jodas! ¿Quién sos? El tipo suspiró fastidiado. _ Solo para que me creas, te voy a tirar un dato que nadie más que vos conoce. Cuando tenías doce años, le afanaste a tu vieja guita de la cartera para comprar puchos. Yo le puse a tu papá en la cabeza la idea de comprarle flores ese día, con lo cual se distrajo, y te salvaste de una paliza colosal. Pero el miedo a su mirada furiosa cuando revisó su plata, te llevó a no robar nunca en tu vida. _ ¡Es cierto! ¡Todavía me acuerdo del susto! Pero… ¿con esa pinta sos un ángel? _ No me digas que esperabas un querubín rubio, gordito, con alitas y aureola… Me sonrojé. Realmente esperaba eso. _ Bueno, al menos creía que los ángeles eran facheros. Sin ofender… _ Cuando te toca cuidar a alguien que vive en problemas todo el tiempo, te deteriorás. Todo un suplicio ayudarte, carajo. Apenas salís de una, te metés en otra. Nunca me has dado un respiro de tiempo libre. Tenías que andar siempre en quilombos… _ ¿Y vos me salvaste todas esas veces? _ Así es. En esta oportunidad se me permitió presentarme ante vos. Y, por cierto, no podía permitir que te atropellara el auto. No era tu momento. _ ¡Gracias, viejo! ¿Cómo puedo agradecerte? _ No hay nada que agradecer. Es el laburo que me tocó. Y me gusta hacerlo bien. Caminemos juntos un par de cuadras. _ Por allí está muy oscuro. Y me parece que hay un grupo de tipos…No se ven amigables, precisamente. _ ¿Acaso no estás con tu ángel de la guarda? ¿De qué tenés miedo? _ Es cierto. Vamos. No bien nos acercamos, descubrí la fea jeta con cicatrices del tipo al que le debía un toco de guita por unas apuestas. Se me heló la sangre. Me reconoció al toque. _ ¡Pero miren a quién nos venimos a encontrar, muchachos! ¡Alfredito, tanto esquivar el bulto, y me venís a buscar por la calle a la madrugada! Habrás traído el monto más los intereses, me imagino… _ ¡Ángel, sácame de ésta, por favor! _ ¡Este idiota se hace el loco, hablándole a su amigo invisible, muchachos! ¿Les parece que puedo permitir que se me cague de risa en la cara? _ ¡Nooooooo! - Contestaron los demás malandras a coro, sacando al unísono sus navajas automáticas. Sentí el primer puntazo en las tripas, seguido de múltiples estallidos de dolor espantoso en todo el cuerpo. Miré al ángel, con ojos implorantes. El con una mueca algo sarcástica, se encogió de hombros y me dijo: _ Ahora sí es tu momento, Alfredo. Se dio vuelta. Siguió andando, con un flaco de toga, con una guadaña. Fue lo último que vi antes de desangrarme como un chancho en el matadero.

jueves, 1 de julio de 2021

EDGARD, EL COLECCIONISTA- EL ROMPECABEZAS

EDGARD, EL COLECCIONISTA EL ROMPECABEZAS Vino a visitarme Mercedes, una mujer cuyo marido estaba denunciado como extraviado. La historia que me contó, junto con una petición, fue bastante perturbadora. _Acá tengo los ahorros de toda mi vida, para cumplir con la última petición de mi esposo, Gregorio. ´´Él era infiel, y yo lo sabía. No me importaba mucho, a esas alturas, pero lo que deseaba con toda mi alma era tener un bebé. ´´Se negaba con las excusas más variopintas. Yo tenía colocado un DIU, a pedido suyo. ´´Como me venía engañando hacía años, no tuve reparos en hacerle trampa también: Me hice sacar el dispositivo, y casi inmediatamente, quedé embarazada. ´´Las malas lenguas, que nunca faltan, me informaron que su actual amante estaba esperando mellizos de Gregorio. Me indigné absolutamente. Tanto tiempo privándome de la posibilidad de ser madre, y él haciendo hijos por ahí. ´´Con mucha ira en mi interior, le conté de mi embarazo. ´´El miserable se enfureció y me levantó la mano. Tomándome del pelo me dijo que me practicara un aborto, que nunca se haría cargo de un niño con mis genes de bruja. ´´Con una helada calma, le dije que sí, que buscaba la cartera, y me ocuparía de eso. ´´Lo que busqué fue un hacha entre sus herramientas. Debería haberle sacado una foto: impagable la expresión de pavor y sorpresa en su miserable cara. ´´No sé de donde me salieron fuerzas, pero el punto es que, con cada golpe de hacha, le hacía volar un pedazo cercenado de su cuerpo. Gritó como un cerdo en el matadero, pero nadie indagó nada, acostumbrados los vecinos a nuestras discusiones constantes. ´´Cuando finalmente colapsó, la habitación parecía un matadero. Hasta en el techo había sangre y pedazos de carne pegados, colgando. ´´No terminó allí mi furia. Lo seguí cortando en trocitos, y los puse en una carretilla de albañil. ´´Hice el recorrido por todas las casas de las amantes que había tenido durante nuestro horrible matrimonio, y dejé un pedazo de él en las puertas de cada una. ´´Hablé con el ex marido de una de estas señoras. Es abogado penalista, y me aseguró que, si confesaba, lograría que caratularan mi accionar como emoción violenta, más aún porque Gregorio me engañaba, y me quería obligar a abortar. Mi abogado es el esposo de la mujer que espera mellizos. La dejó no bien comunicó las ´´buenas nuevas´´ al marido: el hombre tenía hecha una vasectomía, lo que nunca comentó. ´´Sé que tomará la defensa muy en serio. Lo ve como una forma de venganza, y yo no tendría problemas de ir a la cárcel, con la enorme satisfacción de haber carneado a ese malnacido, pero quiero que mi bebé tenga una vida plena y normal, disfrutando del amor de su madre. ´´Aclarado esto, voy al punto de lo que me importa: el imbécil de Gregorio creía que para descansar en paz deseaba un velatorio con toda pompa. Siempre que salía el tema de la muerte, repetía eso. ´´Ya se me fue el odio que cargaba encima por su egoísmo y maldad. Quiero cumplir su último deseo. ´´No va a ser fácil, Edgard. Tendrá que armar a Gregorio como a un rompecabezas de carne y hueso, y esmerarse si falta algún pedacito. Estaba cegada por la ira cuando lo trocé. Confío en su reputación. El comisario me espera afuera. Le conté todo, así que me envió con usted, antes de comenzar mi prisión domiciliaria. ´´Me dijo que es un artista en el tema. Confío totalmente en su pericia. ´´Pido disculpas de antemano. Cuando junten todos los trozos de Gregorio, se los traerán para que lo ensamble, y sus innumerables ´´viudas´´ lo despidan. ´´Me pidió el comisario que le diga que una vez concluidos los peritajes forenses, le traería el hacha para su colección, ya que al confesar yo, el caso está más que claro. No bien terminó su elocución, y me entregó el dinero, se retiró luego de darme un apretón cordial de manos. Se la veía muy feliz, tranquila y realizada. En unas horas me traerán el rompecabezas humano, y el hacha, que tendrá un lugar en los estantes de mi querida colección. Nunca, amigos, se metan con los sentimientos de una madre. Pueden tolerar muchas cosas, pero jamás dejarán que lastimen a sus hijos. Gregorio lo aprendió de muy mala manera… Quedan cordialmente invitados a La Morgue, si quieren ver cómo me las arreglo para componer el cadáver destrozado, y escuchar las historias de mi colección.